Centro histórico de Estepona

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Ítem número 38 de 47 en Secuencia del Centro Histórico de Estepona, Estepona


Urbanización Bahía Dorada
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Villa romana de las Torres
La villa romana de las Torres es un nuevo ejemplo de la dualidad residencial e industrial -asociada al mar- tan presente en el corredor de la N-340. La construcción, siglos después, de la denominad...
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Protección
  • Casco Urbano de Estepona: Protección Grado A o Integral (Adaptación Parcial a la LOUA, PGOU Estepona, 2011).
Accesibilidad
  • Dificultad de acceso: Bajo
  • Visita: Continua

Descripción

Municipio de la Provincia de Málaga situado en la Costa del Sol Occidental entre el Mar Mediterráneo y la Sierra Bermeja, cuyas cumbres las resguardan de los vientos del Norte. Es cabeza de Partido Judicial y distrito marítimo de su nombre y además fue durante mucho tiempo la capital de la Costa del Sol, hasta que le sucedió Marbella. En el siglo XIX pertenecía a la Audiencia Territorial y Capitanía General de Granada.

Estepona era la capital de un conjunto de pueblos: Genalguacil, Jubrique la Nueva, Manilva y Pujerra. Se halla situada en un terreno llano y junto al mar, siendo su clima bastante templado y saludable, resguardada de los vientos por la Sierra antes citada que conforma como una especie de arco montañoso. Confina al Norte con los municipios de Marbella, Benahavís y Pujerra; al Este con el Mediterráneo y también con el término de Marbella; por el Sur también con el mar y con el término de Casares y por el Oeste con el de Genalguacil y Jubrique.

Posee en la actualidad una superficie de 138,2 km cuadrados y una altitud media de su núcleo urbano de 5 m., su temperatura media es de 17,0 ºC. Posee 2800 horas de sol al año y tiene un régimen de precipitaciones de 900 l/metros cuadrados.

Las tierras de Estepona constituidas por tierras albarizas, poseyeron siempre una vocación cerealista y vitícola, como apunta el Prof. García Manrique. En torno a la década de los setenta, poseía amplios espacios para su desarrollo, implantándose entonces la agricultura a tiempo parcial que el agricultor alternaba con otra actividad, importantísima en aquella época como fue la construcción, orientando la primera hacia el cultivo de los frutales, que se adaptaban muy bien a su clima y que requerían una técnica ya conocida por los agricultores que poseían poca formación. El mayor cultivo fue el del limón fino, que a su vez se combinaba durante dos o tres años, con el cultivo de las hortalizas y que durante la etapa veraniega se vendían en el mercado local, atendiéndose así la demanda turística, siendo esto llevado a cabo por pequeños agricultores. Otro tipo de cultivo muy bien adaptado al turismo, que se implantó en Estepona y en otros territorios de esta zona, sería el de la vid para uva de mesa, entrando esta en el mercado hacia el 20 de julio. En toda esta llanura, situada entre la montaña y la costa, tradicionalmente existían cortijos y granjas.

En la zona del litoral se alzaban un número importante de torres vigías y de ello deja constancia ya en 1794, D. Antonio Ponz en su “Viage de España”, afirmando “que hay torres a trechos, con centinelas para su custodia y dar avisos”. También en el siglo XIX D. Pascual Madoz realiza una descripción más pormenorizada destacando minuciosamente el nombre de todas estas torres. Así nos dice, que en su costa se hallaban ocho torres vigías, a saber: “a Levante las del Padrón, Belerín, Guadalmansa, Saladillo, Baños y las Bóvedas y a Poniente Saladavieja, Arroyo Baquero y Salto de la Mora o de la Sal. Cada una tiene tres torreros y un cabo con la dotación de 21/2 rs. diarios los primeros y 3 los segundos”.

Además, este territorio poseía algunos castillos que, aunque en estado ruinoso, defendían el citado conjunto, estos según Madoz, recibían los nombres de Castillo de Anicio y de Castillejos; además existían los restos de algunas otras fortalezas construidas en tiempo de los árabes. Asimismo, continúa Madoz su descripción, destacando la existencia de una pequeña ensenada en la parte de Occidente llamada “Saladavieja”, donde él afirmaba “que con muy poco coste podría hacerse un muelle, evitando así que varasen algunos barcos, como sucede en el día de hoy cuando sopla el Suroeste de cuyo abrigo carecen en la rada de la población, que se describe”.

Fue aquí precisamente, donde cuando se produjo el “boom” de la Costa del Sol, se construyó el magnífico Puerto deportivo que actualmente posee Estepona llamado “Puerto Marina del Mediterráneo”, y junto a el se halla el Puerto Pesquero. Las playas de Estepona son las de mayor longitud de las de la Costa del Sol Occidental.

Este municipio podemos afirmar que posee un pai- saje muy variado pues participa de la montaña y del llano. En cuanto a la primera, esta forma una cordille- ra, produciéndose al Norte y a Occidente las mayores alturas en las cumbres de la Sierra Bermeja a cuyo pie si sitúa la población. La mayor parte de esta extensión entre la montaña y la franja costera, la constituye una zona de llanura. Una parte importante de ella se ocupa con la agricultura.

En el siglo XIX, D. Pascual Madoz describía este terreno minuciosamente expresando como y con qué cultivos se aprovechaba y afirmaba “que un tercio de esta tierra llana se destinaba a la siembra de cereales, forraje, hortalizas, frutas y aún plantas tuberosas en los parages húmedos o de buen fondo; los dos tercios restantes están poblados de viñas y de yerba y arbustos para el ganado”. Continuaba después con su descripción afirmando que, “desde la falda de esta dicha Sierra hasta las cumbres de la misma, donde concluye el término, es terreno sumamente escabroso y pedregoso, pero poblado sin embargo de pinos, carrascos, espartos y arbustos”. También destacaba que en el “hay más de trescientas huertas de riego, casi todas a las márgenes de los ríos y arroyos, de cabida para cada una de más de dos fanegas de tierra, plantadas de hortalizas, batatas y arbolado de limón y naranja”. Asimismo añade, que “en su campiña y monte bajo se encuentra considerable número de viñas y pasas, roturándose continuamente nuevas tierras que destinan a este plantío”.

La parte más alta de las cumbres de la Sierra Bermeja recibía el nombre de “los Reales de Sierra Bermeja” y su vista también ahora, es uno de los puntos más pintorescos de todo el litoral, alcanzándose a ver desde ella gran número de los pueblos de esta serranía y franja costera e incluso, la Costa de Africa, encontrándose aquí una altura de más de 100 pies sobre el nivel del mar. Además existen otros cerros de menor altitud como el del Cuervo, o el tajo llamado del Aguila y el Puerto de la Alteza o, el Cerro del Cascabel. Después está también la Cordillera de la Sierra Blanca que posee mucha menor altura.

De nuevo volviendo a Madoz, este nos dice que, en medio de la escabrosidad de esta zona serrana se encuentran también algunos pedazos de terrenos cultivados y destaca el llamado de los “Altabacales”, donde se había creado una buena hacienda con hortalizas y árboles frutales, dándose este contraste entre sierra y campo cultivado, que dota de gran belleza, por sus contrastes, estos parajes.

Las especies arbóreas que abundaban en estas sierras son pinos, carrascos y alcornoques, encinas, algunos chaparros y quejigos que, según información de madoz, se utilizaban para extraer madera empleada en los edificios, carenado de los barcos y también leña para los latos hornos. En la actualidad los paisajes forestales de estas Sierras tienen un notable valor ambiental gracias a la presencia también de especies endémicas como el pinsapo.

Los ríos principales que riegan este territorio, el más occidental de la Costa del Sol junto a Manilva, son el Guadalmansa, que nace en la Sierra Bermeja, es bastante abundante su caudal en todas las estaciones, pero peligroso en el periodo invernal por las bruscas subidas del nivel del mismo. Sabemos que en el siglo XIX sus aguas fertilizaban varias huertas situadas en sus márgenes. También hemos de citar el río Taraje, más hacia el este que desemboca en el mar Mediterráneo igual que el anterior. Además el Saladillo y el conocido por Dos Hermanas, naciendo este último en la Sierra Bermeja y desembocando asimismo en el citado mar.

Entre los arroyos destacan el de Calancha que, según Madoz, corre por el centro de Estepona y nace en torno a las viñas de su término, el cual suele llevar agua sólo en invierno y sobre el hay tres puentecitos, dos de madera y dos de mampostería, que sirven para la comunicación de las calles, de los cuales el último tiene dos ojos y 12 pies de altura. Cercano a la Villa también sabemos por Madoz que corre el Arroyo de Monterroso “lindando con las últimas casas por el occidente, procede de la falda de Sierra Bermeja, pero su corriente interrumpida en verano, fertiliza algunas huertas que hay cerca de su nacimiento. En él desembocan otros dos de menor consideración como el llamado Juan Benítez y Pantoja, que tampoco tienen agua en el verano.

También están el Arroyo de “Cañada Honda” que, según Madoz, pasaba a media cuarta de legua de la población y el Guadalobón a media legua de la misma, este era de curso perenne y en el iban a morir los arroyos Hornacino y de la Miel a 200 pies del mar; en este último lo hacían a su vez el de los Chivos, que es muy pequeño y que nacía también en la Sierra Bermeja. Por el Oeste y continuando la descripción de Madoz, a distancia de una legua de la villa corría el arroyo de Medio, cuyas aguas regaban algunas huertas y también el arroyo de Baquero, que nace en el término de Casares y fertiliza también algunas tierras. Por la parte del Este cruza cerca del pueblo el arroyo de Cala Pacheco, el cual según Madoz, corría todo el año y fecundaba un considerable número de huertas, desembocando después en el Mediterráneo.

Además hay que nombrar el arroyo Hornasino y el de Padrón, ambos según Madoz, de curso perenne, siendo el último el más abundante de caudal, pues recibía las aguas de dos arroyos denominados del Infierno, Abrón y las del Abejeras, que nacía por debajo del Castillo de Anicio y llevaba agua solo en invierno. También estaba el arroyo del Judío, que distaba tres cuartos de leguas de la población y el del Castor, que desembocaba en el mar, después de regar varias huertas y de mover dos molinos harineros, recibiendo las aguas del arroyo del Conde. Entre otros finalmente estaban el arroyo Belerin y el de las Cañas. Todos ellos corrían de norte a sur menos el Calancha, el Abrón y el Conde. El cauce de todos ellos era llano y estrecho, menos el de Monterroso, Guadalobón, Padrón, Guadalmansa, Castor y Belerin, pues los cuatro primeros lo tenían ancho y los dos últimos, medianos.

Esta existencia de abundantes cursos de agua en los alrededores de Estepona, permitió un amplio desarrollo de la agricultura y un paisaje rico y variado en especies, extraordinariamente fértil, manteniéndose hasta hoy día esa tradición agrícola, que otros municipios de la costa han perdido. Es así como en la actualidad destacan el conjunto de pequeños propietarios, actualmente reconvertidos en parcelaciones rurales “Huertos de ocio".

Como ha estudiado el Prof. Eusebio García Manrique, en el siglo XIX la mayor transformación de estos territorios se debió a la labor emprendedora del Marqués del Duero, quien compró tierras abandonadas en la confluencia de tres municipios: Marbella, Benahavís y Estepona, llegando a acumular una propiedad de más de 10 000 hectáreas, intentando su colonización con fuertes inversiones. Es allí donde fundó en 1860 la Colonia de San Pedro de Alcántara presidiendo sus posesiones y donde además construyó pequeños pantanos, trajo inmigrantes de otras provincias que conocían bien los cultivos de regadíos y estableció una explotación llevada directamente con obreros sobre tierras regadas, organizando un parcelario trazado a cordel para sembrar caña de azúcar y remolacha, construyendo finalmente una fábrica de azúcar.

Al invertir a gran escala, tuvo que pedir préstamos hipotecarios a los banqueros franceses y así, al morir el Marqués en la batalla de Estella luchando contra los carlistas en 1874, y no habiendo pagado el préstamo, su propiedad y hacienda pasaron a los franceses, los cuales nombraron a un administrador español al frente de la misma, continuando con la empresa, ampliándola más de 1100 has. de regadío con los mismos productos. Fue uno de los focos de mayor desarrollo agrícola en la costa y además; como resalta García Manrique, un excepcional ejemplo de gestión agrícola de grandes propiedades. En la actualidad la actividad agrícola es mucho menos importante, habiéndose suplantado, desde el punto de vista económico, por el sector turístico.

Como casi todos los municipios de esta zona, en el siglo XIX los caminos que enlazaban Estepona con otros pueblos y ciudades dejaban mucho que desear. Así Madoz nos informa que por la población pasaba uno que podía considerarse como general y que conducía desde Málaga a Gibraltar, era de herradura, es decir adaptado para las caballerías y se encontraba en muy regular estado. También había otros tres locales que partían de la misma villa y se dirigían para Cáceres, Genalguacil, Jubrique y Ronda. Todos eran también de herradura y muy dificultosos para viajar por ellos, pues en particular los dos últimos eran muy pedregosos.

El Correo en este periodo llegaba los martes, miércoles y sábados a Estepona y salía los miércoles, viernes y sábados. Había otro correo que se llamaba “La Estafeta del Campo de Gibraltar”, que lo costeaba el Comercio y, que iba de esta ciudad a la de Málaga, llegando allí el viernes y volviendo el martes, recogía entonces las cartas de Estepona y dejaba las que tenía para ella.

Los productos más importantes de la ciudad eran y son también ahora, los del mar y los del campo. Entre los primeros destacaban la pesca del boquerón, sardina y caballa; además en periodos anteriores al siglo XIX, también se pescaba el atún cuando venía de la Almadrabas así como el bonito. Respecto a los productos agrícolas, destacaban la uva, la naranja, el limón y la batata. Entre 1845 a 1850 se cultivaba la vid, como ya se ha dicho, de donde se extraían 8000 arrobas de vino al año de los acreditados de Málaga y también uvas pasas 1500 quintales al año. Así mismo las higueras producían cantidades importantes de higos que se comercializaban. El cereal también se plantaba, pero las cosechas de trigo eran escasas cogiéndose 30000 fanegas en cinco años y, las de los otros cereales eran cortas e insignificantes.

En la actualidad las actividades agrarias, así como la pesca y la industria, tienen frente al sector turístico y la construcción, un valor casi marginal desde el punto de vista económico.

Los animales que se criaban en las fincas eran el ganado cabrío, lanar y algo el cerdo, siendo poco numeroso el vacuno y el caballar, utilizándose solo los necesarios para las labores del campo. Madoz también nos aporta cifras, siendo el número de cabezas de cabras 1800 y de ovejas 2800. Estos producían leche y de ella realizaban el queso, pero todo ello era casi el suficiente para los habitantes de Estepona. De la lana se extraía alguna para las fábricas de paños, que estaban cercanas.

Es necesario destacar que en el siglo XIX era muy abundante el arbolado frutal, aparte de los agrios; se daban muy bien el albaricoque, el granado, peral, ciruelo y cerezo, y todo ello se continúa cultivando en la actualidad, si bien ahora la actividad agraria tiene una importancia relativa, destacando el regadío fundamentalmente. Los productos de las huertas como el sobrante, se comercializaba en la época en que escribía Madoz, con Ceuta, Gibraltar y Algeciras.

Como especies autóctonas destacan en las zonas serranas y de dehesas, fundamentalmente la caza menor como la perdiz, la paloma, la codorniz, liebres y conejos y en la mayor, destacan el corzo y el jabalí que conviven en aquel terreno con las alimañas, tales como el zorro, el lobo y la garduña. Estas especies que ya estaban asentadas en el siglo XIX, también se mantienen en la actualidad, aunque es muy necesaria la protección ambiental de estos paisajes, tanto desde el punto de vista forestal como faunístico y de todo tipo, para su continuidad.

En cuanto a los recursos, sabemos que en el siglo XIX estas tierras poseían minerales diversos. Así Madoz nos informa que había mineral de plomo argentífero en un cerro que estaba situado a una legua al noroeste de la población donde se habían construido, una serie de pozos para su extracción, llevándose esta empresa con mucho interés hasta el momento en que él escribía su Diccionario (1845-1850), no habiendo dado ningún producto, asimismo se encontraba mineral de hierro hepático en las inmediaciones de estas minas y también magnético en otros puntos del territorio, sobre todo en un Cerro que estaba inmediato al mar y que distaba un cuarto de legua de la villa. Por otro lado, donde se alzaba el Castillo de Anicio, en aquel cerro, había también una mina de lápiz de plomo que, según Madoz era de muy buena calidad y en otros puntos mineral plomizo y amianto sobre la tierra en la Sierra Bermeja. De todas maneras Madoz no indica si había mucha actividad y sabemos que a mediados del siglo XIX la minería quedó prácticamente abandonada en Estepona, pues comenzó entonces el “boom” de la caña de azúcar donde se necesitaba mucha mano de obra.

Existía un agua mineral llamada de “los solbitos” que existía en una huerta que distaba media hora de Estepona hacia el noroeste y estaba situada al pie de la Sierra Bermeja. Este agua poseía muchas propiedades y se conformaba de diversos componentes. También destaca Madoz la existencia de un Pozo público llamado de Los Palos que se hallaba en la Plaza del mismo nombre, cuyas aguas curaban el mal de la piedra, siendo por ello muy famosa y se conducía hacia los diferentes lugares que la solicitaban.

En lo referente a los oficios e industria, indudablemente en este pueblo costero sobresalía como el primero el de la navegación, que en el siglo XIX, mantenía 80 barcos que recorrían la costa, empleando en aquel periodo a muchos marineros para un número total de 500 embarcaciones. Con ellos se recorrían los puertos del mar Mediterráneo y del Océano Atlántico, llegando hasta la ciudad de Huelva. Estos barcos tenían una máxima cabida que era de 25 toneladas.

Además de la navegación también existía en Estepona una fábrica de pieles curtidas de todo tipo, realizándose cordobanes y bordados, asimismo existía una fundición de plomo y nueve de tejares y losas comunes de barro. Como ya se ha dicho, la pesca era una de las bases de la economía de los habitantes de estas tierras y muchas de las familias se dedicaban a la salazón de los arenques y anchobas, que luego se vendían o se exportaban a otros lugares.

Otra parte importante de la población se dedicaba al transporte de mercancías de todo tipo que entonces se llamaba la “arriería” y desde luego muchos se dedicaban a las labores agrícolas, ya como propietarios o colonos, trabajando en las huertas que abundaban en la llanura, al pie de las sierras. Asimismo las labores en el campo ocupaba a otra parte importante de la población, labrando y sembrando las tierras con cereales y viñas u otros productos. Así afirmaba Madoz que los habitantes de Estepona constituían un pueblo laborioso e industrial, que no solo dependían de sus brazos para ganarse el pan, eran emprendedores y así en sus tierras se contrataban cada año a muchos jornaleros forasteros a los que daban trabajo.

Todo ello hizo que su población se desarrollara en este periodo y hasta 1880 con un aumento demográfico importante que sobrepasó con mucho a los 600 vecinos del siglo XVIII. Si bien posteriormente con la crisis de la filoxera se destruyeron muchos viñedos y, lógicamente hubo un descenso drástico de la población.

Así entre 1887 a 1990, Estepona perdió su crecimiento vegetativo.

También es importante destacar que, de todos estos productos que hemos ido citando se producía un comercio, fundamentalmente con la propia España y también con la ciudad de Ceuta y con Gibraltar. Así conocemos que se exportaban naranjas, limones y frutas en general, y también batatas, por parte de la población a Málaga, Gibraltar y Ceuta, llevándose también a estas dos últimas ciudades, vino, pasas y hortalizas. Además se transportaba madera a Málaga y carbón y curtidos que venían de Casares, trayendo a su vuelta, arroz, bacalao, té, café, jabón y otros artículos que se importaban de Sevilla y se utilizaban en el consumo de la población y de otros pueblos cercanos, como eran el trigo y la cebada además de la loza.

Asimismo se traía de Jubrique y Genalguacil aguardiente y frutas, que eran de muy buena calidad siendo estas más tardías que las producidas en Estepona. De Pujerra compraban castañas y a su vez vendían pescado y otros productos. El pescado salado, arenques y anchobas, así como el atún, eran vendidos en Alicante y Cataluña y en otros puntos. Comercializaban también con Ronda y Sevilla, donde después de llevar el pescado, traían grano. Su puerto tenía bastante movimiento en el periodo estudiado por Madoz, que nos deja cuadros muy completos de esta actividad mercantil a través de el y de su Aduana.

En el momento actual y desde el “boom” del turismo se puede afirmar que la industria tiene un escaso papel en la economía, a excepción de la construcción, que es dinámica y expansiva generando movilidad y gran rentabilidad económica.

Desde el punto de vista histórico, podemos afirmar que la actual Estepona tuvo su origen en la romana Astapa que, como afirma D. Antonio Ponz, en su “Viage a España”, recordando a Tito Livio, no quiso Lucio Marcio que se asolase por la famosa defensa que hizo. Sobre la identificación del nombre con la Estepona actual, dice que D. Francisco de Bruna tenía en su gabinete de Sevilla documentos claros que demuestran que Astapa no era Estepa, sino Estepona. De la época romana conserva los restos del Acueducto de Salduba y la Villa romana de las Torres. Posteriormente sería conocida bajo los nombres de Estebbuna y Alextebuna, en tiempos de la dominación islámica.

Fue conquistada a los musulmanes en el año 1456 por el rey Enrique IV de Castilla y después sería destruida y abandonada. El Castillo de San Luis, del cual sólo han quedado algunos restos, sabemos que en aquellas fechas de la reconquista sirvió para que se refugiasen los barcos que conformaban la escuadra castellana, defendiéndose así de los ataques de los piratas musulmanes que merodeaban por la costa. Fue a partir de este Castillo como se originó la nueva ciudad. Otro vestigio de este periodo fue la torre de la Iglesia que el propio Enrique IV mandó construir el mismo año que murió (1474) y que después quedó rodeada de las Escuelas.

Durante el siglo XVI estas tierras estuvieron habitadas por la población morisca, si bien en la propia Estepona no constituían un número excesivamente elevado como en otros pueblos de los alrededores, según ha estudiado Francisco Marín Ruiz. La expulsión de los moriscos, decretada a raíz del levantamiento de los mismos en 1568, por el rey Felipe II, trajo como consecuencia una disminución de la población en los pueblos de esta zona incluida la villa de Estepona, cesando las actividades agrícolas, comerciales e industriales que en general dependían de aquellos. Si bien Estepona se resintió menos que otras ciudades, sin embargo este hecho trajo la recesión a gran parte de esta región. Además se produjo una guerra encarnizada entre moriscos y cristianos que tuvo efectos trágicos, abriéndose un abismo insalvable entre ellos. Pero sobre todo, la consecuencia inmediata fue la de poblar las tierras abandonadas por cristianos viejos y para ello la Corona se apropió de todos los bienes de los moriscos y mandó realizar un apeo, deslinde y amojonamiento de todas las haciendas moriscas, para después adjudicarlas por medio de suertes a los nuevos pobladores.

Los repobladores, según han demostrado los estudios de Benítez Sánchez-Blanco y Francisco Martín Ruiz, fueron generalmente procedentes del resto de Andalucía y no de regiones norteñas como antes se pensaba.

En el reinado de Juana la Loca Estepona pertenecía a la jurisdicción de Marbella pasando a ser municipio independiente durante el reinado de Felipe V (1700-1746) quien le concedió la total y absoluta independencia “perpetuamente y para siempre jamás en todas las causas y negocios civiles y criminales”, como todo ello consta en la Carta de Villazgo firmada por el propio rey en Sevilla el 21 de abril de 1729 y conservada en sus Archivos Municipales.

Según las descripciones de viajeros que visitaron esta ciudad nos podemos hacer una idea de cómo era y de su evolución en el tiempo. Así D. Antonio Ponz en 1794 afirmaba que Estepona “distaba dos leguas de la ciudad de Manilva y estaba situada en un llano. Afirmaba que la villa se le “figuró de unos cuatrocientos vecinos, con su Parroquia, Conventos de los Terceros de San Francisco y Hospital. No me parece que Astapa fuese la que se ha tenido por tal, y ahora llaman Estepa en el Reyno de Sevilla, cerca de Écija, sino este pueblo de Estepona: aquella se llamó sin duda “Municipium Ostiponense” y no fue la Astapa que han creido con Morales y otros célebres antiquarios...”.

En etapa más avanzada (1845-1850) D. Pascual Madoz nos deja una descripción mucho más exhaustiva de la ciudad con datos sobre sus calles, arquitecturas, plazas, etc. muy interesantes. Así afirma que se componía de “1500 casas de 24 pies de altura por lo común de buena distribución interior con arreglo a su capacidad”. Sobre las calles afirma que estas “son espaciosas, cómodas y limpias y bien empedradas; si bien formando declives todas ellas”. Luego continúa describiendo sus plazas y así destaca: “que hay una Plaza llamada Nueva o de la Constitución, la cual consta de 64 varas en cuadro y encierra las Casas Capitulares, la Cárcel y otros edificios de buen aspecto”; después dice que “hay otra cuadrilonga denominada Vieja, con 75 varas de latitud y cinco plazuelas conocidas con los nombres de Ejido, de los Gitanos, de los Palos, de Vegines y del Convento, todas de poca extensión y con un pozo público, exceptuando la última”. Asimismo se refiere a otros edificios públicos y afirma que existe “un Hospital de Caridad con la renta de 1700 rs. para pobres transeúntes, unido a la Ermita que, bajo la advocación de la Divina Pastora, se halla casi a un extremo de la villa”; también dice que existe “un pósito con el fondo de 322 fanegas de trigo, tres escuelas de primeras letras sin dotación, concurridas por 121 alumnos, dos de niñas también indotadas, en donde aprenden a leer, escribir y las labores propias de su uso sesenta discípulas y otras cuatro del mismo sexo, a las que asisten doscientas niñas y se les enseña la doctrina cristiana y a hacer calceta”. A las maestras solo se le pagaban la módica cantidad de un cuarto o 1 ochavo diario.

La presencia de tantas Escuelas de niñas y niños demuestra la importancia y número de su población en aquel periodo; pero también la falta de medios para poder pagarlas, que redundaría en el deficiente mantenimiento de las mismas.

Además añade Madoz, que también había “un Colegio de humanidades en el que además de la Filosofía y la Instrucción primera elemental, se enseña latinidad y matemáticas, francés, música y baile; tiene 16 pensionistas, cuatro medio pensionistas y 140 externos, a 18 de los cuales se les da la enseñanza gratuitamente y por último, otro Colegio para niñas con 16 externas en donde se les enseña no solo la instrucción primaria y labores propias de su sexo, sino también música, baile y francés. Todo este conjunto de centros de enseñanza nos indica algo importante, y es que la población de Estepona se preocupaba de la formación de sus jóvenes generaciones; si bien como hemos comprobado existían diferencias entre lo público y lo privado.

En Estepona su Iglesia Parroquial está dedicada a la Virgen de los Remedios y se halla en el centro del pueblo. Como ya se ha apuntado, se erigió en 1474 por orden del rey Enrique IV, pero se reparó en 1818 aumentándose su obra con donativos, especialmente con los de D. José Carrión y Márfil, natural del pueblo aunque entonces era obispo de Trujillo, noticia que nos aporta Madoz. Este nos la describe en la fecha en que redacta su “Diccionario” (1845-46) y nos dice que “es un edificio muy sólido, aunque no de primor”, componiéndose de tres naves de las que la principal “medía 17 varas de longitud”, sin contar el presbiterio y “8 de anchura”; y las colaterales eran “de la misma longitud y de 5 de anchura”. En aquel periodo poseía “diez altares, de poco gusto” según Madoz, poseyendo también un órgano, que entonces se hallaba en mal estado. La torre, de “26 varas de altura, tenía tres campanas y un esquilón”. Esta Iglesia, fue reconstruida en el siglo XVIII, perteneciendo exactamente a 1774, destacando la torre por su caña esbelta y cuadrangular conformada por tres cuerpos, rematada por el campanario con su chapitel piramidal cubierto de azulejos de colores en zig-zag. Estaba bien atendida por un conjunto de 21 personas entre religiosos y seglares, lo cual denota la importancia de esta villa, una de las más sobresalientes de la costa malagueña.

Además existían otros edificios que conformaban el patrimonio religioso de la villa como el Convento de la Orden Tercera de San Francisco, cuya construcción según Madoz, fue costeada por el propio vecindario. El describe su iglesia indicando que también tenía tres naves articuladas en sus alzados por el orden corintio, midiendo la principal 22 varas de longitud sin contar el presbiterio y 8 de anchura, además poseía nueve altares “de poco mérito” y también “una bonita torre que medía 29 varas de altura con una sola campana en su campanario. Parece que originalmente fue ermita dedicada al Cristo de la Vera Cruz, pero habiendo llegado a ella en 1710 varios religiosos del Convento de Cañosantos, establecieron en ella un hospicio con cuyo título se conoció en aquella época, no teniendo entonces más religiosos que los que allí llegaban. Se construyó la fábrica en 1774, concluyéndose toda la obra en 1794 y se suprimió como todas las demás en 22 de agosto de 1835 en que contaba solo con diez religiosos. En los años en que escribe Madoz, en este edificio se había instalado el Colegio de Humanidades, antes citado estando al frente de su iglesia, que estaba abierta al culto, un exclaustrado de Ronda que a su vez era el Director del Colegio.

También poseía Estepona dos Ermitas, una que pertenecía al Hospital de la Caridad, dedicada a la Divina Pastora, la cual describe Madoz diciendo que constaba de “una capilla reducida, con altar y sacristía” y la otra estaba dedicada al Cristo del Calvario que se hallaba “en el sitio de su nombre a 300 pasos de la población” por el Norte, componiéndose igual que la otra.

También menciona Madoz, entre el Patrimonio arquitectónico de Estepona, la existencia de un Castillo, que entonces estaba en estado ruinoso, llamado de San Luis el cual afirma “se encontraba dentro de la villa, por los edificios que se han construido delante de sus fuegos”. Esto se debió a que las aguas del mar, que cubrían la zona donde se asentaba el Castillo, se habían ido retirando, conformando una llanura que constituía entonces “la parte principal de la población”. El Cementerio se hallaba situado fuera de la muralla del pueblo en dirección Este, en un paraje, que en opinión de Madoz “era bien ventilado, capaz y recientemente construido”.

Además el pueblo poseía junto al mar, un paseo que llamaban de la Alameda, que según Madoz había sido construido en 1829, no tenía arbolado sin embargo, pues la proximidad del mar perjudicaba la vegetación, ya por falta de riego o también por esta otra explicación: él creía que las gentes que habitaban esta parte del pueblo no vieron, con buenos ojos este paseo con arbolado, porque les privaba de la visión bellísima del mar que siempre habían tenido desde sus propias casas, cosa que no estaban dispuestos a perder. De esta forma el Ayuntamiento lo tenía entonces abandonado, no subsistiendo del mismo más que los bancos de mampostería, se mostraba sucio y la gente no acudía a pasear por él. Sin embargo sí lo hacía por la Plaza principal llamada de La Constitución, en la cual rodeándola se pusieron en 1842 “asientos de piedra, algunos árboles y flores”. Respecto al tema del agua, apuntaba “que no había en la villa ninguna fuente, aunque si pozos públicos y particulares, casi todos de agua potable”, aunque él también opinaba “que sería muy fácil el conducirla al pueblo desde media legua de distancia”.

La ciudad de Estepona, Villa la más importante de la Costa del Sol Occidental hasta que fue sustituida por Marbella, desde el punto de vista urbano la conocemos a través de la cartografía, siendo abundante su planimetría que utilizaremos para analizarla desde su perspectiva urbana. Esta urbe, que destaca por su historia a través de los siglos, como ya se ha apuntado, fue representada en su casco urbano a mediados del siglo XVIII (1751-1754) en el Catastro del Marqués de la Ensenada donde aparece la Vista de la población, sin escala y ejecutada con un dibujo detallado, pero sin toponimia, realizado sobre papel y con tinta sepia. En él aparecen representados la Iglesia parroquial y sus edificios principales. Así creemos que en la parte superior de la representación se ve el Castillo de Anicio o Nicio que de ambas formas se le nombra, rodeado de edificaciones; inmediatamente delante, la Parroquia con su única campana; a la derecha otro segundo Castillo con sus cañones y cercano a él, el Convento de los Terciarios Franciscanos con su alta torre y campanario coronada por un chapitel piramidal y con una gran cruz en la zona alta de su fachada; a la derecha otro Castillo, que podría ser el de San Luis y cercano al mismo, el Arroyo de Monterroso desembocando en el mar; más hacia el centro una de las ermitas, rodeada de árboles y junto a ella, en medio del pueblo, el arroyo de Cala Ancha, limitado en su lado izquierdo por una hilera de árboles, finalmente en la zona inferior de la representación, la segunda de las ermitas que existían en el pueblo y entre todos estos edificios, la representación de su caserío.

De entre 1725 a 1750 poseemos también la representación de un plano de la población de Estepona donde se contienen la antigua Villa y el Castillo de la ciudad llamado de San Luis. Se trata de un interesante plano dibujado sobre papel en rosa, gris, negro y verde. Su leyenda nos indica la explicación del plano con los diversos elementos que aparecen en el. Así estos son: la Villa Antigua (A); la Iglesia Parroquial (B); las casas de particulares (C); parte de la Villa Nueva (D); la carnicería (E), el Castillo de San Luís (F); el Torreón del Norte (G); el baluarte de Poniente (H); el baluarte de Mediodía (I); baluarte de Levante (K); el cuerpo de guar- dia (L); la Torre del Homenaje (M); la Capilla (N); los Cuarteles (O); la vivienda del Alcaide de la fortaleza (P) y la Cárcel (Q). Se trata de un plano sintético en cuanto a la representación de los edificios principales de la Villa, en los que sólo se destaca el espacio ocupado en relación con el Castillo de San Luis, que sí se encuentra perfectamente dibujado en su perímetro y bastiones o baluartes.

De 1894 conocemos un plano del casco urbano de la población compuesto por tres hojas, donde se puede apreciar el desarrollo que a finales del siglo XIX había alcanzado la Villa de Estepona. El primer sector se com- pone del Barrio de Poniente a la izquierda, seguido del Arroyo de Monterroso que desciende hacia la banda del Mar para desembocar en el Mediterráneo, separan- do al Barrio anteriormente citado y al primer sector del núcleo urbano, que presenta una conformación rectan- gular y trazado reticular. En el destacamos la existencia

de dos plazas: la llamada Vieja, a la cual desembocan la Calle de la Cruz, la del Chorro y la de Mondéjar, además hemos de destacar un ensanchamiento irrre- gular limitado por las calles de la Villa y del Castillo. También es necesario resaltar la existencia en la zona izquierda de esta retícula de otro ensanche en donde con la letra A, se designa la existencia allí de la Plazue- la del Pozo del Prado uno de los que daban agua po- table a la población. A ella desembocan las Calles del Pozo de las Pilas y de las Azucenas. En la zona de la derecha está el Cementerio Viejo y por su lateral pasa la Calle Ancha de Santa Ana. La parte superior de este sector está limitada por la Calle de Torrejón. En total se conformaba de diecinueve calles.

El siguiente sector urbano, que se une por la Calle Torrejón con la Hoja 1ª comprende una traza también reticular con algunas manzanas hacia la izquierda más irregulares. En él se halla una Plaza llamada de Bejines y una serie de calles trazadas horizontalmente como la de Casares que continúa con la Calle del Montañés; la Calle de Figueroa; la Calle de Aragón, que continúa con la Calle de los Frailes y perpendicularmente la de Montecillo, Atocha, del Horno, de la Florida y la de Perrina. El sector situado a la izquierda de este plano engloba El Calvario, la Calle de Jesús y María y la del Convento por estar en ella el de Los Franciscanos.

El tercer sector del plano constituye el mayor de todos. En él destaca el Arroyo de Calancha, que divide la población y baja por el centro de la misma para desembocar en el Mediterráneo. En todo este sector hemos de destacar dentro de la retícula la presencia de espacios ya regulares como la Plaza más moderna y la mayor del Conjunto. Nos referimos a la Plaza de la Constitución, que es cuadrada y está rodeada con árboles en todo su perímetro, reflejando la modernidad de su trazado y el embellecimiento de su espacio con los bancos y la vegetación, algo propio de la fecha en que se hizo 1842. A su vez destacan la Plaza de San Francisco a la que da nombre el Convento, la Plaza del Ejido y la de los Gitanos y la Plazuela de Ortiz, todas de menor tamaño e irregularidad en sus formas. Destaca en este sector también el Cementerio Nuevo, situado a las afueras del Pueblo hacia la derecha del Plano. Es de planta rectangular y de gran proporción para cubrir las necesidades de una población bastante numerosa.

El conjunto de este importante plano destaca ya en su explicación o Notas la presencia de edificios tanto civiles como religiosos y comerciales que reflejan el desarrollo, no sólo urbano sino también cultural y económico de la Estepona de finales del siglo XIX. Así aparecen señalados en el plano general la Pescadería (A); el Cuartel de Carabineros (B); la Escuela de niños (C); Puerta principal de la Iglesia (D); la Iglesia (E); Comandancia de Carabineros (F); la Aduana (G); Colegio de Niños (H); Ermita (I); Hospital de la Caridad (J) y el Cementerio (K).

Este plano nos presenta a la importante ciudad de Estepona con un mayor desarrollo también de sus comunicaciones, como refleja el trazado de la carretera Málaga- Cádiz en paralelo a la línea del litoral.

Los temas de embellecimiento de la población iniciados como hemos visto a finales del siglo XIX, se ampliarán a otros sectores del casco urbano en las primeras décadas del siglo XX. Así lo constatamos en el Plano de 1921 levantado con objeto de establecer la red de distribución de electricidad desde Marbella a Estepona. Dichas intervenciones se ejecutan en el Paseo del Carmen, paralelo a la banda del mar, que aparece con una doble hilera de árboles al modo de las alamedas, ganando finalmente este sector como lugar de esparcimiento de la población. Ocurre igual con el llamado en el Plano, Paseo Principal, de mayor extensión que el anterior y también plantado con árboles a ambos lados de la calle central y el tercer espacio será el de la Plaza de la Constitución que continúa rodeada de vegetación como ocurría en el siglo XIX, manteniendose la política de modernización y limpieza de los lugares públicos para conseguir la belleza de la ciudad y el bienestar de sus habitantes.

Fuente: Marín Fidalgo, Ana. Análisis histórico. En GARCÍA VÁZQUEZ, Carlos; LOREN MÉNDEZ, Mar (dirs.). Costa del Sol: arquitectura, ciudad y territorio. Sevilla: Consejería de Vivienda y Organización del Territorio, 2006-2008, p. 19-30.

Catalogación

Protección

  • Casco Urbano de Estepona: Protección Grado A o Integral (Adaptación Parcial a la LOUA, PGOU Estepona, 2011).

Información documental

  • Memoria Justificativa (Adaptación Parcial a la LOUA, PGOU Estepona, 2011).

Información bibliográfica

Datos geográficos

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ETRS 89 UTM Zona 30N 36.425798, -5.145649
SRC WGS 84 36°25'32.9"N 5°08'44.3"W