Bazar Aladino

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Ítem número 8 de 20 en Secuencia de la Travesía de Torremolinos, Torremolinos


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Aquí la carretera nacional N-340 se convierte en el muelle de atraque de uno de los edificios más singulares de la costa, el Bazar Aladino. Este edificio-barco (1953) proyectado por el arquitecto Fernando Morilla encarna a la perfección la simbología marina y la utopía trasatlántica de este territorio litoral, y evoca al desaparecido Málaga Cinema. El nuevo concepto de ocio, vinculado al sol y playa, busca establecer una sensación de viaje a lugares exóticos, trasportados gracias a la magia de Aladino.

Periodo
1951–1975
Relación con la carretera
Visible desde la carretera
Estado actual
Rehabilitado
Estado de conservación
Bueno
Protección
  • Protección Integral (PGOU Torremolinos, 1996).
Accesibilidad
  • Dificultad de acceso: Bajo
  • Visita: Según horario

Descripciones

  • Situado en la confluencia entre la antigua CN-340 y la calle de bajada hacia La Carihuela, en pleno centro de la efervescencia vacacional y de ocio de los primeros años del boom turístico de Torremolinos, este pequeño edificio de equipamiento comercial es, quizá, el primer ejemplo de arquitectura exclusivamente destinada al uso turístico que se construye en la Costa del Sol malagueña.

    Con una imagen tomada directamente de la de los barcos, sin apenas elaboraciones posteriores, pero también de la estética maquinista y naval de los más puros postulados del Movimiento Moderno, este pequeño volumen fragmentado se nos aparece como un barco (o mejor, medio barco) anclado en la acera, al que se accede a través de la “proa” en el punta de encuentro con la rasante inclinada de la calle.

    En planta baja se sitúa el centro comercial propiamente dicho: sobre la cubierta del barco, a través de la cual tiene su acceso, se encuentra el núcleo de tiendas. Una escalera lateral nos conduce a planta primera, mucho más reducida, ocupada por un restaurante rodeado así mismo de una segunda “cubierta”. Desde aquí, por último, subimos a la “chimenea” del barco, lugar en donde se colocan los aseos.

    Remaches y ojos de buey, mástiles y barandas nos invitan a realizar una feliz travesía a bordo, siguiendo el vaivén de las olas y el deambular de turistas, en el eterno verano costasoleño.

    Fuente: VV.AA. La Arquitectura del sol_Sunland architecture. Barcelona: Colegios Oficiales de Arquitectos de Cataluña, Comunidad Valenciana, Islas Baleares, Murcia, Almería, Granada, Málaga y Canarias, 2002, p. 259

  • Situado en la confluencia de la antigua N-340 y el vial de acceso a la playa de La Carihuela, el bazar Aladino vino a constatar el establecimiento de una nítida frontera entre el interior y la franja de litoral consagrada al ocio marítimo. Este pequeño y singular edificio, anclado en pleno centro de la efervescencia turística de Torremolinos en los primeros años de su boom turístico, parece efectivamente señalar un límite, convirtiendo al gran vial de la costa en un muelle asomado a ese espacio consagrado a las vacaciones y el turismo. Como en su día apuntó Juan Antonio Ramírez, su pasarela a la calle principal es toda una invitación a subirnos al barco y navegar ilusoriamente por ese mar azul que se adivina cercano y que metafóricamente comienza en este mismo punto. Proyectado y construido en 1953, el Aladino pasa por ser además el primer ejemplo de equipamiento exclusivamente turístico de la Costa del Sol. Su arquitectura hace absolutamente literales las habituales referencias del Movimiento Moderno al diseño de barcos y aviones, uno de sus grandes postulados como símbolo de la nueva estética maquinista, afianzada en el optimismo ciego en el progreso que conduce a un nuevo bienestar. Sin embargo, las formas y esquemas habitualmente rigurosos de los edificios-barco del Movimiento Moderno se han conjugado en el caso del Aladino con tal despreocupación que el resultado no puede sino situarse bajo una concepción de lo arquitectónico sensiblemente distinta; del mismo modo, la adscripción de estas formas a un hecho tan relajado como el comercio derivado de la actividad turística rompe con esa seriedad inherente al Movimiento Moderno y lo sitúa dentro de esa suerte de estilo propiamente costasoleño, el estilo del relax.

    El edificio es, de hecho, un barco –en realidad, la mitad de un barco- sin apenas elaboraciones posteriores, anclado a la acera. No solo integra elementos del lenguaje estructural y arquitectónico de los barcos, como era habitual en el periodo de entreguerras, sino que adopta literalmente su forma externa. El inmueble se alza sobre una estrecha parcela de 437 metros cuadrados en forma de cuña, ocupándola casi por completo; concebido como edificio comercial, hubo de convertirse en centro cívico para salvar las ordenanzas municipales en lo relativo al tamaño del solar. Para ello, al almacén principal, destinado a tienda de juguetes, artículos deportivos y música, hubieron de añadirse locales para tienda de tejidos, ultramarinos, librería, peluquería, farmacia, bar, teléfonos públicos y estafeta de correos, emplazándose en la terraza superior un restaurante. El centro comercial propiamente dicho se situó en la planta baja, a cuya popa –fachada frontal- se situó el almacén, con acceso en el punto de encuentro con la rasante inclinada de la calle. La fachada lateral –estribor-, con su casco claveteado, acoge los pequeños escaparates de los locales y sus puertas con los ineludibles ojos de buey como elementos morfológicos tomados del barco, que remiten a los camarotes. Una pasarela metálica conduce directamente desde la calle principal a la primera planta, si bien en el proyecto original el acceso se producía desde la cubierta inferior a través de una escalerilla lateral. La segunda cubierta, compuesta en la popa por una sucesión de voladizos encabalgados con base redondeada, rodea al cuerpo del antiguo restaurante; el volumen arquitectónico original del mismo era mucho menor que en la actualidad a fin de liberar el máximo espacio posible para la terraza, siendo morfológicamente muy similar al del tercer cuerpo. Sin embargo, en la remodelación de 1987 fue completamente envuelto por un gran toldo de flecos en cemento revestido de azulejos que cerró el espacio de la cubierta. Finalmente, sobre el restaurante se proyectó el tercer cuerpo con una gran chimenea, dedicada a aseos, y un puente de mando; en la obra construida, sin embargo, la chimenea decreció en beneficio del volumen arquitectónico, que se amplió para un mayor aprovechamiento del espacio. Este tercer cuerpo es pródigo en escalerillas metálicas, tubos de ventilación y ojos de buey, otorgándole una gran riqueza plástica.

    El bazar Aladino rememora en su relación barco-edificio la figura de Le Corbusier y sus postulados maquinistas como símbolo del progreso; su exaltación del barco como elemento rector del nuevo espíritu dibujó los parámetros de una lección que siguieron varios arquitectos en España próximos a la llamada generación del 25. Sin embargo, el bazar Aladino se aleja de cuestiones programáticas para proponer una visión del barco como mera envoltura, un juego sin duda despreocupado y relacionable con un nuevo modo de entender el ocio. En este contexto, el recurso a una morfología tan señalada trata de significarse por sí misma; el barco no evoca un modo de vida o la creencia en el progreso, sino que pretenden convertirse en reclamo. El edificio se anuncia a sí mismo, es publicidad de sí mismo. Y esto es lo que hace de él el primer edificio de un nuevo estilo, el del relax. Es también un ejemplo de la dificultad para conciliar diseño y cambios de uso en este tipo de edificios tan sujetos a la actividad derivada del turismo; la multiplicación exponencial de centros comerciales en nuestras ciudades han empujado a la adaptación del Aladino a nuevos usos, lo que conlleva importantes modificaciones. Ya el proyecto original difiere en algunos puntos esenciales del edificio construido: así, se rompió el estilizado diseño de la cubierta superior para un mayor aprovechamiento del espacio, a la vez que se ampliaba el tercer cuerpo y se reducía la chimenea. El efecto original de cuerpos decrecientes se vio así seriamente perjudicado; además, el proyecto incluía un uso masivo de escaleras metálicas para las comunicaciones verticales, muchas de las cuales fueron suprimidas durante el largo proceso de construcción del edificio. Con todo, la más perjudicial de las intervenciones fue aquella practicada sobre la cubierta superior, que transformó el barco en algo completamente distinto e inclasificable.

    Fuente: Vera Vallejo, Igor. Arquitectura del siglo XXI en Málaga.

  • El bazar Aladino demuestra que la carretera N-340 estableció una nítida frontera entre “el interior” terrestre y la zona sur consagrada al ocio marítimo. Esta singular construcción juega a ser un barco anclado en la cinta asfaltada, de modo que uno podría aparcar el coche por allí cerca, atravesar la pasarela de entrada, y navegar ilusoriamente por un maravilloso mar azul. El Aladino, proyectado en 1953 por el arquitecto malagueño Fernando Morilla, se apoya en la tradición del art deco aerodinámico, tan importante en la arquitectura de entreguerras. Ya sabemos que el transatlántico fue concebido como un modelo utópico para las construcciones en tierra firme: a la evidente funcionalidad de los espacios, se sumaban las connotaciones placenteras de la travesía. De este modo los numerosos adificios-barco levantados desde los años veinte pretenden enfatizar varias cosas que el Movimiento Moderno consideraba complementarias: eficiencia industrial, higiene, alegría, etc.

    Pero en el Torremolinos de los años cincuenta la situación era ya muy distinta. El desarrollo de la Costa apuntaba hacia el ocio masivo para consumo internacional. Las actitudes serias o las posturas radicales resultaban más bien inconvenientes, de modo que este bazar no tiene tanto que ver con los edificios-barco ejecutados antes de la Guerra . Para empezar, diremos que todos los rasgos formales son muy exagerados: la pasarela que una la carretera con la “cubierta”, convierte a toda la pendiente que baja hasta la playa en un mar imaginario en cuyas olas se mece el Aladino; los remaches que simulan unir las planchas metálicas del supuesto barco, son enormes, reafirmando así su carácter simbólico; la “proa” del navío, apuntando hacia la costa, está constituida, en realidad, por una cascada de voladizos encabalgados con base redondeada, una clara referencia a la tradición “aerodinámica”; no faltan, en fin, las características barandillas metálicas, ventanas circulares, tubos de respiración, etc. La torre de control es un enfático organismo vertical, bien visible desde la carretera. Hay que imaginarse el efecto publicitario de este edificio a mediados de los años cincuenta, cuando el boom constructivo de los alrededores todavía no había estallado. Su inequívoca forma emblemática anunciaba la vocación distendida del lugar invitando a un ocio “divertido” con un guiño de complicidad. De la militancia maquinista de entreguerras se había pasado al estilo del relax…

    (P.S. La insensata remodelación que el Aladino está sufriendo en los primeros meses de 1987, demuestra que no se ha comprendido su alto valor “monumental”. ¿Hay acaso un edificio más representativo del primer desarrollo turístico en torno a la N-340? Ojalá respeten, al menos, la encantadora policromía original…).

    Fuente: Ramírez, Juan Antonio; Santos, Diego; Canal, Carlos. El estilo del relax N-340. Málaga, h. 1953-1965. Málaga: C.O.A. Andalucía Oriental, 1987, p. 32-34.

Catalogación

Agentes

Nombre Morilla Cabello, Fernando
Figura Arquitecto
Actuación Proyecto
Año 1953

Protección

  • Protección Integral (PGOU Torremolinos, 1996).

Información documental

  • Arquitectura del siglo XXI en Málaga. Proyecto de excelencia «Arquitectura, ciudad y territorio en Málaga, 1900-2008».
  • PGOU Torremolinos, 1996.

Información bibliográfica

Datos geográficos

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ETRS 89 UTM Zona 30N 365297.12082, 4052712.10151
SRC WGS 84 36°36'37.5"N 4°30'22.4"W