Centro histórico de Marbella

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Ítem número 32 de 62 en Marbella


Termas romanas de Las Bóvedas
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Club de Golf Guadalmina
El Club de Golf de Guadalmina inaugura a finales de los años cincuenta toda una cultura alrededor del golf en la Costa del Sol. Este campo de golf disfruta de unos terrenos únicos como son los asoc...
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También denominado Recinto amurallado de Marbella, Alcazaba y recinto murado de Marbella y Castillo

Periodo
Anterior a la carretera
Relación con la carretera
Visible desde la carretera
Estado actual
Modificado
Protección
  • Recinto amurallado: BIC monumento (inscrito BOE 29/06/1985)
  • Delimitación (PGOU Marbella, 2010)
Accesibilidad
  • Dificultad de acceso: Bajo
  • Visita: Continua

Descripciones

  • De la fortaleza han desaparecido la mayor parte de los muros del recinto, así como casi la totalidad del sector Este y Sur, muy reedificados (C/ Salinas), no pueden apreciarse las dependencias internas originales de esta fortaleza.
    Permanecen incrustadas en edificaciones actuales varias torres y lienzos de muro. Se conserva la llamada "del Cubo", situada en el ángulo Noroeste (en realidad, dos torres, una cuadrada y otra semicircular adosada), en el lado Norte se conservan dos torres llamadas del "Chorrón" y de "La Puente Levadiza". En el lado Sur se conservan dos torres, en el flanco oeste, por donde estaría la puerta principal, existen aún cuatro torres de planta cuadrangular. Éstas últimas están adosadas y apenas se aprecian.
    La fortaleza ha tenido siempre estos problemas. Durante el siglo XVI, comenzaron los adosamientos de casas, primero extramuros y después en el interior, apoderándose del solar de la fortaleza, permaneciendo hoy algunos elementos incrustados en las viviendas.
    Materiales: Encontramos en los elementos conservados varios sistemas constructivos; las bases de las torres suelen estar construidas con sillares perfectamente tallados, colocados a soga y tizón. Seguidamente, continúa el mampuesto reforzado con estos sillares en las esquinas, y por último las verdugadas de ladrillo. Observamos también muchas reconstrucciones y adosamientos muy posteriores. Los materiales originales indican una fecha de construcción del siglo X.

    Fuente: Base de datos del Patrimonio Inmueble de Andalucía (BDI)

  • Municipio de la Provincia de Málaga y cabecera del Partido Judicial de su nombre en la misma provincia. En el siglo XIX pertenecía a la Audiencia Territorial y Capitanía General de Granada. Se compone de la ciudad de Mabella y de las villas de Benahavís, Benalmádena y Fuengirola, Istá, Mijas y Ojén, cada una con sus respectivos Ayuntamientos.

    Se halla situada en la Costa del Mar Mediterráneo, junto a la falda de la Sierra Blanca y desde ella se goza de una vista espléndida. Ya dio cuenta de este rasgo D. Antonio Ponz en su “Viage de España” en 1794, en el cual afirmaba que la ciudad no le pareció “mucho mayor que Estepona” y “se camina por la costa marítima con mucho recreo de la vista del mar a la derecha, y de la Serranía y sus frondosas faldas a mano izquierda”.

    Un siglo después D. Pascual Madoz afirmaba “que desde las alturas de la Sierra Blanca se divisaba un dilatado y bello horizonte” y que “pocos puertos de nuestra costa gozaban de tan hermoso mar y tanta variación de admirables objetos. Es decir, ambos viajeros se quedan extasiados ante la belleza de su paisaje, tanto serrano como marítimo, y de la variedad y contraste del mismo. También Ponz hace referencia al bello panorama, ya en el límite del horizonte; es decir en “la orilla opuesta” que es la del Continente Africano donde se descubría la extensa y montuosa Provincia del Rif o la antigua Mauritania en la Berbería, actual Marruecos. A la derecha, en la visión desde el litoral Marbellí se destacaba entonces y también ahora, la gran mole pétrea del Peñón de Gibraltar y más cercana a la ciudad, la Villa de Estepona, la antigua Astaza de los romanos, casi escondida entre sus cerros y altas cimas. Hacia el este se extendía su playa, igual que ahora, sobre la cual reposaban “infinidad de barracas y barquillas de pescadores” que denotaban el oficio de muchos de sus habitantes y la importancia del mar en la actividad de la propia ciudad. Dicha Playa, dice Madoz, se extendía hasta la Punta de Torre Ladrones, en una extensión de unas dos leguas. El fruto de este mar marbellí era, indudablemente la pesca, que en opinión de Madoz, se conformaba del “pescado más delicado”, que se disfrutaba en toda la costa.

    También sobre la situación de esta cuidad a la que su propio nombre describe en uno de sus rasgos más representativos, D. Antonio Ponz afirma, “la situación de marbella es excelente, en la misma orilla del mar hasta donde vienen continuando las torres para guardar la costa, de media en media legua, y suelen estar guarnecidas con cuatro soldados o milicianos del país. A mayores distancias hay algunos cuarteles de tropa viva”.

    Además Marbella poseía una campiña espléndida y fértil, entre la franja del litoral y la Sierra, que también llamó la atención del viajero Madoz, quien al describirla entre 1845-1846 afirmaba que, “estaba poblada de lagares, quintas, Cortijos, huertas y arbolados de todas especies, que fertilizan las aguas de varios arroyos, presentando la vista más deliciosa y pintoresca”.

    Indudablemente la imagen que describían estos viajeros de Marbella era la de un paraíso en la costa Mediterránea. Además a ello había que añadir el espléndido clima que gozaba y en la actualidad goza, conformada por temperaturas templadas en todas las estaciones del año, solo dominando los vientos del este y del oeste.

    La superficie actual de su territorio es de 114,3 Km. cuadrados, posee una altitud media de su núcleo urbano de 15 m. y su temperatura media es de 17,8 ºC. Posee 2800 horas de sol al año y goza de un régimen de precipitaciones de 628 l/m cuadrados.

    Su término limita al norte con los municipios de Istán y Ojén; por el este con los de Mijas y Fuengirola; por el sur con el mar Mediterráneo y; por el oeste con los de Estepona y Benahavís. En el se hallaban en el siglo XIX los despoblados de Montemayor, Daidín, Alicate y Cortés y junto a la ciudad, en la Costa, se hallaba el Castillo de San Luis, del que Madoz afirmaba que era un “fuerte nuevo que contaba con 4 piezas de artillería y el día 25 de agosto de 1812, fue volado por las tropas napoleónicas, no existiendo hoy sino sus ruinas”.

    Distante 200 varas del riachuelo de Guadalmina y ya en el camino hacia Estepona, decía Madoz, que se encontraba una Venta que tenía el mismo nombre del riachuelo, que se alzaba al norte de la Torre de Baños, situada a la orilla del mar. Es a partir de esta Torre, y como ya puso de manifiesto anteriormente el viajero Ponz, y hasta llegar a la ciudad, existían además las torres de las Bóvedas, del Duque y de Alarcón. Aquí se encontraba también el muelle (de 80 varas de ancho y de 100 de largo) y a su lado este se había fabricado según noticias de Madoz “un depósito de hierro de fundición para el embarque”. Siguiendo la Costa por el lado de levante hasta el Castillo de Fuengirola, se iban insertando una serie de torres vigías, hasta seis y además “una Casa fuerte ya destruida” en estas fechas (1845-1846) y dos torreones más que se nombraban así: Torre del Río Real, Real de Zaragoza, Torreón del Lance de las Cañas, la Torre Ladrones, Casa Fuerte, Calahonda, Torre Nueva, Torreón Cala del Moral y Calaburras. Todas ellas poseían en el siglo XIX una guarnición conformada por un cabo y dos torreros y cada una tenía tierras de labor para su abastecimiento. De todas estas torres hemos de destacar las que han llegado a nuestros días: la ahora llamada Torre del Mar y la Torre de Ancón, que es posible que fuese la que en el siglo XIX se llamaba de Alarcón y además están, la Torre del Duque, Torre del lance de las Cañas, Torre del Río Real y Torre de Ladrones. Todas ellas son Bienes declarados o incoados de Interés Cultural, según la Ley del 1/91 de 3 de julio, del Patrimonio Histórico Andaluz, en el cual se hallan también los Bienes de Interés Cultural, con arreglo a la Ley de 16/1985 de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español. Todo este litoral marbellí está especialmente protegido por sus valores ecológicos y naturales.

    Al hablarnos de las características del terreno, Madoz afirma, que era en su mayor parte arcilloso, si bien las Sierras que en el se encuentran eran muy a propósito para la cría de viñas e higueras y riquísimos y abundantes pastos, para toda clase de ganados. También existía multitud de hierbas medicinales y algarrobos y bastante esparto, que en otro tiempo, indica Madoz, “era ramo del comercio de alguna consideración”.

    El Profesor E. García Manrique, afirma que la Sierra Blanca es de material marmóreo estéril para la agricultura y también para el asentamiento del hábitat humano, por sus pendientes excesivas. Siempre, dice este autor, fue reserva forestal, si bien en el momento en que el realizaba este estudio (1984) afirmaba, que esto fue así hasta su tala excesiva reciente. En la actualidad la Sierra Blanca es un lugar protegido por sus valores paisajísticos, hidrológicos y en general ambientales.

    La zona más adecuada para el cultivo en Marbella es la estrecha franja de colinas, de poca pendiente, cercanas a la costa y también el Valle del río Verde donde se ha desarrollado una vega de regadío de gran importancia.

    En el siglo XIX, la roca calcárea encerraba en sus entrañas varios filones plomizos que entonces, según noticia de Madoz, explotaban diversas Compañías y que las bocas de las minas de esta clase estaban todas situadas “en la Sierra Blanca, dando cara al mar” y explicaba que también a tres cuartos de legua de la citada Sierra y en el mismo tipo de roca, se trabajaba por escalones, “como en canteras riquísimas” y había grandes masas de hierro magnético que sostenían dos fábricas de fundición. Se encontraban además filones espásticos y oscides de diferentes colores.

    El propio Madoz afirmaba cuando él escribió su Diccionario, “que la mayor parte de sus montes están hoy destruidos de arbolado quedando solo dos de ellos en donde sí los había”. Estos eran el Bornoque y el Alicate (propios del común). En el primero decía que había de 45 a 50 000 pies de alcornoques “que producen excelente fruto de bellotas”; y el segundo tenía sobre 20 000 pies de la misma especie de árboles. También destacaba que junto a ellos se hallaba el Monte de las Chapas, que tenía cortada su arboleda cuyo extenso terreno estaba subdividido entre varios vecinos. Los demás montes eran ricos en alcornoque, quejigos y pinares y; se hallaban situados al noroeste de la población, conociéndose por diversos nombres como: la Sierra Real, Cañada Grande, Cuevas de Albolote, Planillas, Cruz y Molinillo, Puerto de la Refriega, Cabezadas del Hoyo y otros más que comprendían un total de tres leguas de extensión y pertenecieron en su día al común, habiendo sido vendido en aquel momento a la Sociedad Anónima de la “Ferrería de la Constancia” que sacaba de ella según Madoz, “toda la madera necesaria para la fundición del hierro".

    Es precisamente la implantación de este tipo de Industria, en gran parte, la responsable de que se esquil-maran en este periodo, los montes y la foresta de esta serranía, aunque también favoreció altamente a la población, a la que daba trabajo diferente al de la agricultura y la pesca. Pero de ello trataremos más adelante.

    Este territorio además debe su fertilidad y riqueza a los muchos cursos de agua, entre ríos y arroyos que lo bañan. Así hemos de destacar el río Real, que nace en los Montes de Ojén, el Arroyo de la represa, el de Guadalpín, el de Nagueles, que nace en la Sierra del mismo nombre, el río Salduba, llamado así por las salinas que tenía en sus orillas, los cuales, entre 1845 a 1850, habían ya desparecido. Además hemos de nombrar también el río Verde, el Guadaisa o Guadaiza, siendo el río Verde el más caudaloso de todos ellos.

    Precisamente en relación con estos ríos hemos de destacar el Guadaiza que riega un conjunto importante de huertas que se consideran de interés paisajístico y de proyección especial, llamadas “Huertas del río Guadaiza”.

    Desde Marbella, partían en el siglo XIX, una serie de caminos que se dirigían a las poblaciones limítrofes y pueblos de su cercanía. Así había uno que iba hasta Málaga por Fuengirola, y otro por Ojén hasta Estepona, Ronda, Istán y Benahavís. Sobre ellos decía Madoz “que sus aspecto es deplorable, especialmente el de Estepona”, porque se ponía intransitable en el invierno cuando tomaban agua los ríos existentes entre este pueblo y Marbella. También hacía referencia a que la correspondencia llegaba desde Coín, por medio de un baligero, como era normal en aquel tiempo, siendo esto los miércoles y sábados y saliendo los martes y viernes.

    En la actualidad las conexiones hacia Marbella y de esta con su territorio y ciudades limítrofes, se canalizan en primer lugar por una red de Autovías, entre las que destaca la A-376 Marbella-Ronda y la conexión con los Alhaurines por Mijas; pero también con la Autovía A-381 de enlace con Jerez de la Frontera y; por el núcleo oriental, a través de Málaga, por Antequera y Osuna, mediante las Autovías A-331 y A-92. Las conexiones comarcales se producen por un viario de menor rango que, en muchos casos, son propias de un viario de montaña, lo cual no permite variar su trazado o capacidad. Además el conjunto de Marbella-Nueva Andalucía-San Pedro de Alcántara-Estepona se vertebra a través del cordón litoral y la carretera N-340.

    Realmente la situación que vivía la población de Marbella en aquel tiempo que describe Madoz, al compararla con la de la Costa del Sol (1550-1560) nos permite indudablemente ver las diferencias y los cambios, pero también los problemas y las pérdidas que el “boom” del turismo ha supuesto hasta hoy día, sin menospreciar tampoco las posibilidades y el avance en muchos campos, sobre todo en el económico, para esta villa. En este sentido debemos tratar también de las actividades y recursos antes y después de ese hecho.

    Tradicionalmente Marbella había vivido de la agricultura y de la pesca, como otros pueblos de esta zona, siendo los cereales, el olivo, las frutas y las hortalizas, sus principales cultivos. Pero a mediados del siglo XIX, como han estudiado diversos autores, entre ellos García Manríque, Lacomba Abellán y otros la Costa Occidental se convirtió en un asentamiento de gran actividad agrícola, fundamentalmente centrada en el regadío, siendo uno de los productos clave de ella, la caña de azúcar, introducida a principios del siglo, en los años que precedieron a la pérdida de Cuba. Esta actividad se convirtió entonces en pionera y fue llevada adelante por una burguesía que luego seguirían pequeños propietarios.

    La caña de azúcar era algo completamente insólito en este litoral mediterráneo y sorprendía a los viajeros extranjeros que se asomaban al mismo, como por ejemplo ocurrió con el Barón Charles Davillier, quien en su “Viaje por España”, realizado en 1862, magníficamente iluminado con las ilustraciones de Gustavo Doré, nos dejaría estos párrafos sobre el citado cultivo, que era mucho más propio de tierras americanas y orientales que propiamente mediterráneas. Así afirmaba: “.... hay también molinos de azúcar que llaman Ingenios de azúcar que he visitado cerca de Mardella o Marbella en Andalucía, donde he visto muchas cañas, pero que tienen por dentro una cierta médula y una agua muy dulce, pues yo he cogido de ellas en los caminos”.

    Como estudió en su momento el Prof. García Manrique, uno de estos primeros propietarios fueron los Larios, importante familia de empresarios que extendieron este cultivo de la caña principalmente en Churriana y en San Luis de Sabinillas (Manilva), después los pequeños propietarios extendieron este cultivo también por Torremolinos y Fuengirola.

    En la zona de Marbella sería el Marqués del Duero quien compró tierras semiabandonadas, como también en Benahavís y Estepona, llegando a acumular una inmensa propiedad que abarcó más de 100 000 has. intentando la colonización de esta zona con una fortísima inversión. Además en el centro de esta posesión fundó en 1860 la Colonia de San Pedro de Alcántara, construyó pantanos y además trajo a inmigrantes de otros lugares que conocían perfectamente cómo cultivar este producto con el regadío. Las tierras las parceló a cordel y en ellas plantó remolacha azucarera y caña de azúcar, de la que se encargaban directamente los trabajadores.

    Esta importantísima empresa quebró por los fuertes préstamos hipotecarios que tuvo que contraer para ponerla en marcha con acreedores franceses, de manera que estos, a la muerte del Marqués, continuaron la explotación. Fue ampliada a más 1100 has. de regadío, también de remolacha y de caña.

    Se ha considerado esta actividad agrícola como una excepción y como un negocio pionero en la costa porque a ella se trajeron técnicas agrícolas, se utilizaron abonos abundantes que hicieron las tierras aún más fértiles y; sobre todo se distinguió del resto de las propiedades agrícolas de la costa, donde las grandes fincas estaban entregadas en arriendo o medianería y donde el cultivo directo por los propietarios era muy raro o casi inexistente. Por tanto, toda esta actividad empresarial se ha considerado un foco de desarrollo agrícola importantísimo en su momento, para esta zona, orientado además hacia la comercialización malagueña.

    Como estudió el Prof. Lacomba, 1880 fue un año malo para la caña de azúcar, pues se produjeron heladas importantes en el campo malagueño y, también la reforma arancelaria rebajando los derechos a los azúcares de Cuba y Puerto Rico y, finalmente el avance del cultivo de la remolacha, dieron al traste con la caña y los ingenios azucareros, a partir de ello se produjo una crisis importante en el campo que afectó lógicamente a las fábricas e incluso rebajó el valor de la tierra, en 1883, cuando la fanega para la siembra de caña bajó de 1000 pesos fuertes a 200 en 1894. La caña desapareció como cultivo a partir de 1920.

    También en Marbella, sobre todo en las tierras de San Pedro de Alcántara los viñedos se cultivaron en tierras que antes habían sido de secano, pero la crisis de la filoxera daría al traste con otro de los cultivos rey de esta zona. Así en el último cuarto del siglo XIX (1878-1894) la filoxera dejó arruinados los viñedos y a sus propietarios, desmembrando la estructura económica malagueña. Al término de la guerra civil española se acabó definitivamente con la gran explotación de San Pedro de Alcántara. La agricultura iría poco a poco perdiendo la importancia que tradicionalmente tuvo y, ya desde 1950 a 1960 y en adelante, el fenómeno del turismo en esta Costa fue siendo sustituido por la actividad inmobiliaria y el sector servicios, de forma que en la actualidad tienen un valor marginal desde el prisma de la economía. De todas formas se han impuesto en la zona de Marbella los cultivos del aguacate y de la chirimoya encauzados fundamentalmente a la exportación.

    En lo referente a la pesca, sabemos que en el siglo XIX, en el litoral de Marbella, gran parte de su población vivía de ella y así por el testimonio dejado por P. Madoz, entre 1845-1850, sabemos que en él se cogían todo tipo de pescados, especialmente sardinas y caballas, sobre las primeras, decía que “tenían un gusto tan agradable que se consideraban las preferidas respecto a las de los otros pueblos costeros”. Además también abundaban los mariscos. En la actualidad la pesca está en función del turismo y tampoco tiene importancia económicamente hablando.

    En cuanto a la industria y comercio, es importante destacar, que fue en el territorio de Marbella donde se crearon las primeras grandes industrias de fundición de hierro. Fueron implantadas en la margen derecha del río Verde. Dos de ellas de propiedad de la familia Heredia y Compañía y la otra de D. Juan Ejiró y Compañía, según afirma Madoz, destacando que ambas eran “casas del comercio de Málaga”. La primera de estas minas llamada “La Concepción”, tenía tres altos hornos para carbón vegetal, un horno de calcinación, dos fraguas comunes, estufas y aparatos de diferente construcción para calentar el viento con los gases de los hornos y además tres máquinas de viento de doble acción y rueda hidráulica; además una máquina de vapor de alta presión con la fuerza de 18 caballos”. Cada uno de los hornos fundía 300 quintales de mineral y de dicho establecimiento dependían más de 130 familias, entre empleados y oficiales, además había que contar también los que trabajaban en las minas y haciendo el carbón para la fundición y aquellos que transportaban con barcos y caballerías la mena y el hierro a sus respectivos lugares de destino.

    La segunda fundición se llamaba “El Angel” y según la descripción de Madoz, “contenía tres altos hornos, un cubilote para moldería, una fragua común y una máquina de vapor”, fundía la misma cantidad de metal que la anterior y tenía empleados a 80 personas, además de los mineros, carboneros y los que porteaban”.

    Estas fundiciones provocaron una intensa explotación de las minas de Ojén, en el límite de Marbella y también la tala de los bosques de la propia Marbella y Benahavís en la Sierra Real, pues se usaban para hacer el carbón de dichos hornos.

    En la Sierra Blanca había otra famosa mina de plomo, hacia la zona norte de Marbella, tenía un horno de fundición en el Arroyo del Quejigo y producía diariamente de 16 a 20 gálapagos de un quintal cada uno y en ella trabajaban 20 familias.

    Estas industrias pasaron por diversos avatares hasta que se produjo la crisis de la fundición del hierro del Río Verde a finales del siglo XIX.

    Además Marbella poseía a mediados de este siglo diez molinos harineros y uno de aceite y, en los años en que Madoz escribía su Diccionario, aún exista un Ingenio de azúcares, si bien inservible y sus tierras ya fueron sustituidas por cereales. El comercio que entraba y salía de su Puerto, entre los años 1845-1850 consistía en la importación de aceite, trigo, cebada y; por el contrario en la exportación de sardinas y demás pescados además de higos, pasas y vino, especificándose que este último “era poco, aunque de muy buena calidad”. Asimismo se exportaba papel que se producía en varias fábricas de su territorio siendo este blanco y de estraza, y además hierro refinado de sus fábricas. Por otro lado se importaban productos como el aguardiente, arroz, azúcar, cebada, ladrillos, loza ordinaria, tejidos de algodón y lana y pimienta. Normalmente el tráfico fundamental y mayor de los productos marbellíes era con el exterior y concretamente con los países europeos y también con América y Estados Unidos, partiendo del Puerto de Málaga que a mediados del siglo XIX, tuvo una extraordinaria actividad como destaca Madoz.

    En la actualidad Marbella posee un Puerto pesquero situado junto a la ciudad y cuatro puertos deportivos, siendo el de Banús el más importante de toda la costa, con capacidad para 915 embarcaciones, que pueden tener desde 6m. a 50 m. de eslora y además posee también tres más; el Puerto deportivo de Marbella, el de la Bajandilla y el de Cabo Pino, siendo por tanto el mayor conjunto de Puertos situados en el territorio de la Costa del Sol.

    Desde el punto de vista histórico Marbella presenta también la huella del paso del tiempo y de la Historia. Así durante el Paleolítico inferior, concretamente en el periodo Achelense, en su término Municipal y en el yacimiento del Coto Correa, se encontraron un conjunto de bifaces y guijarros tallados. Fue aquí, como puso de manifiesto el Prof. Ferrer Palma, en los restos de una antigua playa alejada hoy de la línea de costa, donde el hombre dejó claras muestras de su presencia en la tierra, siendo este el único yacimiento de la Provincia de Málaga que recoge la huella del hombre que lo habitó de forma temporal.

    Durante el Neolítico Medio o el Final la época llamada también de la Cultura de las Cuevas, dejó abundantes muestras en el territorio marbellí, como en la Cueva del Algarrobo (los brazaletes de mármol de pizarra); la Cueva de la Tinaja o la Cueva del Pecho Redondo.

    Durante el periodo Romano también quedaron huellas en el territorio de Marbella. Así la romanización se produjo en esta zona, como afirma el Prof. Rodríguez Oliva, de una forma rápida y profunda. En las cercanías de la ciudad y siguiendo hacia la zona occidental, desde Málaga, se ubicaba Cilniana, de acuerdo con el estudio del profesor arriba citado y según el Itinerario Antonino (406. 1) dicha ciudad o “Mansio” se hallaba entre Suel (Fuengirola) y Barbariana (quizá Barbesula en la desembocadura del Río Guadiaro). En dicho lugar se encontraba esta ciudad o “Mansio” Cilniana. Según el texto citado la distancia a ella desde Suel era como de unos 35 Km., lo que según dicho autor, la situaba en los alrededores de Marbella.

    Más adelante en el Siglo de Oro diversos eruditos intentaron localizar este lugar, pero fue el P. Florez el que la ubicó en las cercanías de Las Bóvedas; es decir en el acual San Pedro de Alcántara, opinión esta seguida por varios estudiosos del tema. Así afirma Rodríguez Oliva, que no es desacertada dicha identificación, pues en el triángulo costero que forman las desembocaduras de los ríos Verde, Guadaiza y Guadalmina se registraron abundantes testimonios arqueológicos: como la Villa romana del Río Verde, Basílica de San Pedro de Alcántara; edificio termal romano llamado de Las Bóvedas y algunos más. Este último que fue Basílica Palocristiana - Bóvedas y todo el conjunto arqueológico que lo rodea debió ser la “Mansio” Cilniana.

    También en el entorno del territorio de Marbella existió otra ciudad romana llamada “Salduba”. Ya Plinio, Mela y Ptolomeo la destacan en la Costa Occidental malagueña y junto a ella, un río del mismo nombre. En el Siglo de Oro el P. Martín de Roa la identificó con la corriente del río Guadalhorce, pero sería el P. Flórez el que identifica “Salduba” con el río Verde, junto a Marbella, que hacía mención a las salinas que entonces existían en aquel lugar, significando también “ciudad de la sal”.

    Al periodo Paleocristiano hemos de adscribir la Basílica de San Pedro de Alcántara, un magnifico templo con tres naves y dos ábsides contrapuestos, según un tipo africano, ha sido fechado en la segunda mitad del siglo VI. Posee un baptisterio de planta cruciforme y una necrópolis con enterramientos alrededor, cuyas fechas van desde el siglo IV al VII-VIII.

    Durante la conquista árabe y concretamente en el periodo Califal (S. X) se construyó el magnífico Castillo de Marbella en la línea de las construcciones Califales que tenían por objetivo asegurar los caminos y defender la costa, siendo éste considerado como Bien de Interés Cultural en la actualidad. Durante el periodo almohade sabemos que Marbella era una pequeña Villa, aunque bien poblada, donde se producían fundamentalmente higos como en la propia Málaga. En tiempos del dominio Nazarí (1239-1482) Málaga y su territorio pasaron a formar parte del reino nazarí de Granada, durante los últimos siglos medievales. Entre 1464-1482 el reino nazarí sería regentado por Muley Hacen y sabemos que Marbella en cuanto a población se refiere, aparecía muy mezclada de diferentes etnias, pues cuando surge el régimen nazarí éste se conforma de gentes de origen diverso. Los bereberes vivían fundamentalmente en la Serranía de Ronda. Los únicos cristianos se concentran en Málaga, pues casi todos eran mercaderes y, también los cautivos que procedían del otro lado de la frontera. Finalmente estaba la comunidad judía repartida por diversos pueblos.

    En este periodo la pesca era una actividad fundamental desarrollada en toda la costa y Marbella tenía fama por sus abundantes capturas. También el agua, la leña y los pastos eran de uso común de acuerdo con la tradición coránica y esto iba a permitir un gran desarrollo de la ganadería en todo el territorio, siendo esto fundamental en el traspaís de Marbella. Además tenía mucha importancia la seda, por lo cual se cultivaban en ella morales de cuyas hojas se alimentaban los gusanos que producían la seda. Precisamente la de mejor calidad se producía en esta zona occidental, destacando Marbella, pero la seda hilada se sellaba en cada lugar en presencia del alguacil y el faquí y, luego era llevada a la Alcaicería de Málaga donde pagaban altos tributos.

    Durante este periodo gran parte de los productos se comercializaban por los comerciantes genoveses, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIV, utilizándose especialmente para ello el Puerto de Málaga. En el caso concreto de la seda son ellos los principales comerciantes, ya que era el producto básico para su propia industria textil, aunque también enviaban seda en bruto a los mercados flamencos. Los comerciantes ligures eran los principales y ellos solían actuar a través de la comunidad judía de la costa.

    Marbella en 1480 sufre las incursiones cristianas, amenazándola gravemente, hecho este que cuentan los viajeros que visitaron el Reino de Granada, como el tangerino Ibn Batuta (1351) y el egipcio Abd al-Basit. Ya durante la reconquista castellana, Marbella fue asediada a fines de 1485 y su población fue obligada a abandonar el recinto urbano y a establecerse en los lugares abiertos de las Sierras cercanas. La ciudad fue conquistada definitivamente por los Reyes Católicos en 1485, siendo entonces alcaide de la fortaleza Mohamed Abuneza, quien se ofreció a los Reyes como vasallo a condición de que respetasen la vida y los bienes de sus habitantes. El 11 de junio de aquel año en el lugar nombrado Cruz del Humilladero, el Rey Fernando recibió de manos de Mohamed Abuneza las llaves de aquella plaza.

    Ocupada la ciudad por los cristianos, comienza la repoblación de Marbella, así como de otros pueblos limítrofes como Benalmádena, Mijas, Alhaurín, etc. En su territorio fueron asentándose familias cristianas y los musulmanes permanecieron en las montañas y en las zonas más accidentadas de su entorno, aunque algunos pactaban con los cristianos para sentirse protegidos con unas capitulaciones que salvaban sus propiedades, religión y costumbres a cambio de reconocimiento de la soberanía castellana y del pago de impuestos, según el régimen fiscal nazarí. Los cristianos no se fiaban de la fidelidad de lo pactado.

    En este periodo se instaura el Concejo o Ayuntamiento de Marbella, si bien con un carácter provisional y la Corona se encarga de nombrar a los regidores, escribanos y jurados así como otros cargos designando a personas que eran los mayores beneficiarios de bienes raíces que además se enriquecían mucho más, a través de sus cargos. Al instaurarse el Ayuntamiento, también se llevó a cabo la delimitación del ámbito jurisdiccional, que a veces coincidió con las antiguas divisiones nazaríes. El de Marbella utilizaría el antiguo impuesto nazarí llamado “Tigual”, pero además aprovecharía los molinos, hornos, tiendas situados en su centro urbano, que antes pertenecieron al Patrimonio del Sultán y los gravámenes sobre el consumo y la circulación de bienes de los mercados urbanos, así como las rentas que derivaban de la explotación de las dehesas. Poco a poco el periodo de provisionalidad en la articulación de las autoridades concejales fue sustituido por el llamado “Fuero Nuevo” con sus Ordenanzas, que reglamentaban toda la actividad de los municipios y ciudades.

    En lo referente a la articulación del aparato religioso en el territorio malagueño, la Corona consigue que este pueda implantarse mediante Patronato conseguido en Roma, lo cual significaba que los reyes Católicos gozaban de prerrogativas para erigir y dotar suficientemente a las Parroquias, Monasterios e Iglesias Mayores, incluyéndose las Catedrales en todo el territorio conquistado, los cuales se mantendrían con un diezmo obligatorio que determinarían los reyes. De esta forma la Corona erigió una Iglesia Episcopal cuya jurisdicción se extendió sobre una diócesis entorno a siete vicarías, una de las cuales fue Marbella.

    Este Obispado malagueño era una “restauración”, como afirma el Prof. López de Coca, del que se suponía había existido antes de la invasión musulmana y así se establecieron los límites de esta diócesis restaurada en 1488, nombrándose al frente de la misma al Obispo D. Pedro de Toledo. Este quiso anexionarse todo el sector costero comprendido entre Marbella y la desembocadura del Guadalhorce, además de Ronda, resistiéndose por mucho tiempo tanto Sevilla como Cádiz, a las que habían pertenecido algunos de estos territorios desde el punto de vista de la jurisdicción religiosa.

    Los musulmanes que se quedaron en el territorio conquistado por los cristianos, llamados ahora mudéjares, pactaron para que se respetaran sus costumbres y su propio credo y como pone de manifiesto López de Coca, aunque esto se aceptó por la Corona, sin embargo, en la realidad fue una mera ficción, tanto por unos como por otros, si bien los Reyes que no querían que se abandonasen las ciudades y pueblos, sólo permitieron la marcha al norte de África de algunas de las familias más privilegiadas que podían pagar elevados derechos de tránsito. Es por ello que a finales de 1490 los musulmanes eran mayoría en casi todas las poblaciones, siendo este el caso de Marbella, donde el 67% de su población era musulmana.

    Sin embargo, los mudéjares marbellíes huyeron en su mayoría a las Sierras con tal de no pagar las altas sumas que el fisco les exigía, al no respetarse lo pactado en las Capitulaciones; además también ocurrió que cuando no se respetó su fe, obligándoles en algún momento a renegar de la misma, los marbellíes se alzaron en una rebelión armada junto con los mudéjares de la ciudad de Ronda. Aunque a los cristianos les costó sofocar este alzamiento, pues los mudéjares vencieron a estos en 1501 en las faldas de la Sierra Bermeja, sin embargo, finalmente lograron la victoria y a los musulmanes solo les quedó la opción, o de aceptar el cristianismo o la expulsión del territorio, siendo finalmente la aceptación fingida la única manera de salvar sus vidas.

    Después vendría la expulsión de los moriscos decretada por Felipe II que trajo como consecuencia que se resintieran la economía de estas ciudades y que las poblaciones vieran reducido su número de habitantes con repercusiones de todo tipo en la agricultura, el comercio y la industria. Como consecuencia se llevaría a cabo la repoblación de las tierras con colonos que vendrían fundamentalmente de Sevilla, Jaén, Córdoba y Cádiz y en menor medida, de Valencia, la Mancha y Murcia. En concreto en Marbella, la repoblación correspondió fundamentalmente a los andaluces, según estudió F. Martín Ruiz, completándose después con extremeños y familias malagueñas.

    En cuanto a la evolución demográfica del siglo XVI, Marbella se vio afectada por una progresiva recesión debido a las diversas tragedias y calamidades que tuvieron lugar, como epidemias, hambrunas y malas cosechas. Así en 1637 Marbella sufrió la peste que, propagada desde Málaga, se difundió por gran parte de su territorio. Se trataba de una epidemia de tipo bubónico, que diezmó fuertemente a la población. Posteriormente se desarrolló otra segunda y mortal epidemia, en 1649 que se desplazaría por toda Andalucía, sembrando la muerte por donde pasaba. También en Marbella el contagio segó la vida de muchísimas personas.

    En el siglo XVIII la ciudad asentaba fundamentalmente su economía en la agricultura y en la pesca. En la primera ya había destacado también durante la dominación árabe. Cuando la visitó Charles Davillier contaba en su libro, que en la época musulmana, “en toda la costa desde Vélez-Málaga hasta Marbella había muchos más molinos de azúcar que los que se ven hoy” (1862). Y luego añade: “hay también... molinos de azúcar que llaman ingenios de azúcar cerca de Marbella en Andalucía...”. De manera que la caña de azúcar fue, tanto en el siglo XVIII como en el XIX, uno de los cultivos más importantes de esta población, junto con los Municipios de la Costa Oriental, encaminados al comercio exterior.

    Durante los primeros años del siglo XIX y ya cuando esta Costa Occidental había caído en poder de los franceses, Marbella y los demás pueblos tuvieron que soportar la presencia del ejército napoleónico. Después de la batalla de Los Arapiles, el 12 de agosto de1812, el Mariscal Soult ordenó a las guarniciones de la citada costa que la abandonaran para concentrarse en Málaga y así evitar el que quedasen aislados frente al ejército de Ballesteros y las naves inglesas. Las tropas francesas finalmente abandonarían Málaga, pero después de destruir las fortificaciones y los armamentos. Su presencia en estos territorios fue todo un fracaso para estas poblaciones.

    Desde el punto de vista histórico hemos de citar aquí, aunque ya hemos tratado de ello, a la pionera industria malagueña que a partir de 1826 inicia un despegue industrial con la fundación de las ferrerías lla-madas “La Concepción” y “El Ángel” de Marbella destinadas a resolver las demandas de hierro de la industria tonelera, de gran importancia en el área malagueña, pues proporcionaba el material necesario para el envasado de los productos agrícolas que se exportaban. En este sentido debemos destacar a su más importante “factotum” Manuel Agustín Heredia, quiém afincado en Málaga en los inicios del siglo, hizo importantes negocios durante la Guerra de la Independencia convirtiéndose en el empresario más rico de la ciudad.

    “La Concepción” comenzó su actividad en 1831 y poco después las instalaciones de afinado se trasladaron para que fuera más fácil el suministro del carbón mineral, pues este había que trasladarlo desde Inglaterra y Asturias; así el puerto malagueño era el idóneo y se abarataban los gastos. El nuevo establecimiento se construyó en 1832 y fue llamado “La Constancia”. “El Ángel” duplicaría también sus instalaciones en Málaga. Estas dos fábricas alcanzarían el primer puesto en la Producción de hierro nacional al conseguir 170,148 quintales de lingotes en el año 1844, manteniéndose en la cabecera de las industrias de este tipo durante dos décadas. En Marbella estas fábricas daban empleo a 1.084 personas y en Málaga a 827. Fueron admiradas ambas fábricas por los más importantes expertos en temas industriales, por la magnífica actividad y el nivel técnico alcanzado.

    Si embargo esta importante industria del hierro tuvo que cerrar debido a los altos precios del carbón mineral malagueño y por la falta de protección de los productos malagueños frente a los extranjeros. Así que en 1862 cerraron las fábricas de “El Ángel” y en 1885 las de “La Concepción”.

    Los inicios del siglo XIX se iban a caracterizar en todo el territorio malagueño por la depresión que continuaría en los inicios del siglo XX. Esta afectó a todos los sectores de la economía y también incidió en todas las clases sociales, como muy bien ha estudiado el Prof. Lacomba. Así, la crisis comenzó en 1885 afectando a la industria textil por la caída de la demanda y después siguió hundiéndose el comercio y por último descendió drásticamente la demografía. Las siderurgias fueron cerrando y en el ámbito de la agricultura, la filoxera arrasó el antes floreciente negocio de las vides y de todos sus derivados y, la remolacha hundió a la caña de azúcar.

    Como es lógico Marbella que había participado del florecimiento de la industria y del gran despegue de la agricultura, así como de la pesca, pasaría por un periodo de enorme recesión durante estos largos años, participando de todos los trágicos avatares de nuestra historia, hasta que llegó ya, en la década del 50 al 60, el gran despegue en todos los ámbitos de su economía, del “boom” del turismo internacional, cuando Europa y el resto del mundo descubriese este bello rincón de la Costa Mediterránea.

    La ciudad de Marbella, que ahora ostenta la capitalidad de la Costa del Sol Occidental y que se caracteriza por su cosmopolitismo y la diversidad de visitantes que llegan hasta ella; desde el punto de vista del urbanismo, el núcleo de su centro histórico ha sabido conservar sus rasgos tradicionales, como sus calles estrechas, pero limpias, sus casas blancas de cal y las fachadas colgadas de macetas, sus plazas alegres y recoletas, siendo este centro urbano uno de los más característicos de la Costa del Sol.

    Es este centro histórico en el cual se asienta la ciudad, llamada por Góngora “la bella del mar” y en el cual podemos observar también como el paso del tiempo ha dejado su huella y así encontrar recuerdos medievales, hierros forjados en sus fachadas, callejas de ladrillos empinadas y laberinto de calles que nos recuerdan sus ya remotos orígenes musulmanes.

    Esta ciudad ya fue recorrida por Antonio Ponz en 1794, afirmando de ella que “es una pequeña ciudad” que no le pareció “mucho mayor que Estepona” y que su situación es excelente en la misma orilla del mar76.

    En el siglo XIX Madoz la describe muy minuciosamente y así nos cuenta que entonces (1845-1846), la ciudad se componía de “980 casas de bonito aspecto y de buena distribución interior”. Sobre sus calles afirma, que eran “bastante regulares, anchas y muy aseadas”. Tenía una Plaza llamada de La Constitución que “era grande y cuadrada con una magnífica fuente de piedra colocada en la parte del sur” y que allí también se hallaba el Ayuntamiento, que según Madoz “ era una hermosa casa” y "la Cárcel, que era pequeña y poco segura” y no sería mala, añade “de no tenerse que custodiar presos de consideración” los cuales pasaban para Málaga, Granada y otros lugares. En dicha Plaza y en el costado oriental de la misma, estaba el antiguo Mesón y una serie de casas de las cuales Madoz decía que tenían por cimientos “un derretido de argamasa de cal, arena gruesa y piedras de distintos tamaños, de una gran rareza y compacto, tanto como el propio jaspe”. Este paredón rebajado ya al nivel de la plaza, se descubría al salir en la Calle del Carmen dando frente a la fortaleza o ciudadela antigua, al que la gente llamaba Castillo y luego seguía su dirección hacia el sur ocultándose hasta la Plaza de la Iglesia, para volver a esconderse en la casa que reedificó D. Cristóbal de Alcocer Caracuel.

    En el Castillo era donde se hallaba el Cementerio, que estaba rodeado de sus mismas murallas en la que se veían trabajos muy antiguos, decía Madoz y cuatro torreones en sus extremos. La parte restante de su interior se encontraba ocupada de un caserío, cuya superficie sería como de unas 20 varas sobre el nivel del resto de la población. El último torreón que ocupaba el extremo del noroeste, enlazaba con la muralla que continuaba hasta llegar a la Puerta de Ronda, donde esta muralla fue cortada para permitir el trazado de la Calle Ancha, pero después continuaba la cerca hacia el oeste en una extensión de 200 varas, conservando un torreón en medio, que era muy sólido y fuerte.

    En el pueblo existían en aquel momento dos Escuelas de primaria elemental a las que asistían 80 alumnos y cuyos maestros estaban pagados con 3300 rs. anuales cada uno; después había otras dos particulares y una clase donde enseñaban Latín, sin más dotación que la que pagaban los alumnos. Por otro lado estaban las escuelas de niñas, dirigida por una maestra a la que se le pagaban 2200 rs.y varias academias también para chicas a cargo de algunas señoras que enseñaban.

    Marbella poseía un Hospital llamado de la Encarnación, del cual Madoz afirmaba que “era digno de mencionarse el caritativo celo con que la Junta de Beneficencia asistía al desgraciado paciente y la integridad con que se administraba el dinero de este establecimiento”.

    Marbella poseía entonces una Iglesia Parroquial dedicada a Nuestra Señora de la Encarnación, que estaba servida por el párroco y seis personas más. Nos la describe Madoz afirmando que poseía tres naves “de moderna arquitectura” aunque sencilla, pero de gran elevación. Tenía grandes dimensiones y estaba adornada con suntuosidad. Poseía retablos, altares, coro, órgano y torre campanario de gran altura, haciendo todo ello que fuese un edificio muy notable. Además existían tres Conventos de religiosos: el de San Francisco; la Trinidad y San Juan de Dios. En aquel periodo decía Madoz, que el primero “estaba ya arruinado”; el segundo “servía de habitaciones” y en el tercero se hallaban “establecidas las Escuelas de Instrucción Primaria elemental”.

    También poseía tres ermitas situadas dentro del pueblo y otras dos más fuera de este. Las tres primeras eran la del Hospital de la Encarnación, la de Santiago y la del Cristo de la vera Cruz. La Iglesia del Hospital estaba también abierta al culto público, así como la del Calvario y los Monjes. La Ermita del Calvario se encontraba sobre un monte de poca elevación hacia el occidente de la ciudad, teniendo algunos árboles y tierras cuyos productos daban para sostener el culto y algo también para el ermitaño. En ella se veneraba una imagen de Cristo en el sepulcro y a al Virgen de los Dolores. La otra ermita se llamaba de Los Monjes porque era un resto del antiguo Convento cuyas ruinas en aquel periodo se veían esparcidas por la Sierra Blanca a distancia de media legua de la ciudad, según informa Madoz. Estaba dedicada a la advocación de la Virgen de las Angustias y a ella solían acudir los habitantes de Marbella en penitencia o por promesa, y también la de otros pueblos del entorno. Poseía un ermitaño que cuidaba del edificio y del culto con las limosnas que le daban los fieles.

    Precisamente de estos edificios también trataba en su “Viage de España” Antonio Ponz, quién en 1794, decía que “Marbella tiene una Parroquia, tres Conventos de frailes, un Hospital y un fuerte para la defensa...”. Tanto este autor en el siglo XVIII como Madoz en el XIX, hicieron mención de la abundancia de aguas y fuentes públicas que poseía esta Villa. El primero destacaba que tenía “buenos paseos con aguas abundantes”; el segundo nos hace ver que tenía “nueve fuentes públicas dentro de la población y algunas otras en casas particulares”. Estas aguas, que eran de naturaleza alcalina, llegaban por cañerías desde el sitio llamado “Puerto Rico”, que distaba de la ciudad media legua por la zona noroeste, según Madoz, el cual también deja constancia de que en el término había varios nacimientos, entre los cuales dice, “que era maravilloso el conocido como La Fontanilla, que nacía de una gran piedra alejada de la orilla del mar a un tiro de fusil al oeste de la ciudad”. Las olas lo cubrían continuamente y “su agua era dulce y muy delicada”.

    También la ciudad se embellecía con elementos de ornato y así Madoz destaca, la existencia de un Paseo junto a la orilla del mar al que “llaman la Alameda, de 180 pasos de longitud de este a oeste”, solo poseía una calle para pasear, pues la dos laterales estaban muy descuidadas en aquel periodo, tenía asientos hechos de “cal y arena” y en su extremo oriental había una fuente, “aunque de poco mérito artístico”. En este mismo sentido D. Antonio Ponz destacaba, “que Marbella poseía buenos paseos con agua abundante...”.

    Saliendo de la ciudad por la antigua Puerta del Mar, Madoz resaltaba la presencia de una muralla rematada por un torreón en el extremo, donde el propio autor decía que estaba anteriormente la antigua campana de la Vela, que en tiempos musulmanes llamaba a la población, y desde aquí continuaba dicha muralla, pero prácticamente destruida, dando espaldas a la Carnicería del pueblo, al frente de la cual se había construido una “Casa-Teatro”.

    Para terminar este recorrido por la ciudad durante el siglo XVIII y XIX, de la mano de Ponz y de Madoz, debemos destacar que su población en el segundo de estos siglos era de 1.300 vecinos; es decir, 5.105 almas.

    En la actualidad Marbella es la ciudad más poblada de toda la costa del Sol, teniendo su Municipio un total de 116.234 habitantes en el año 2001. En relación con el resto de los municipios de esta zona, tiene el 16.32% de población extranjera, según datos del INE del 2004.

    Asimismo hemos de destacar que Marbella posee un amplio Patrimonio Histórico y Cultural cuyos Bienes (entre Monumentos y zonas arqueológicas) están declarados e incoados por las leyes del Patrimonio Histórico Andaluz y también por las del Patrimonio Histórico Español y son los siguientes: el Castillo de Alicates, Torre del mar, la Zona Arqueológica de la Villa romana del Río Verde, Cerro Turrón, Torre de Ancón, Torre del Duque, Torre del Lance de las Cañas, Basílica Palocristiana de San Pedro de Alcántara; el Fuerte de San Luis, el Castillo de Marbella, Cueva de Pedro Redondo, Torre de Las Bóvedas, Termas romanas de Las Bóvedas (Zona Arqueológica), Torre del Río Real, Torre de los Ladrones y Antiguo Hospital Bazán. Todos ellos demuestran la importante huella que la Historia ha dejado en este trozo del territorio andaluz. Marbella además está representada por las siguientes Armas: “un escudo sobre olas, un castillo con saetas, yugo y coyundas”.

    De todo su Patrimonio Monumental me interesa detenerme en los principales edificios de su casco urbano y de los próximos a él, que han llegado hasta la actualidad y que configuran su riqueza patrimonial, tanto civil como religiosa. Así hemos de destacar su Ayuntamiento que data de 1552 y en el que destaca su Salón de Sesiones cubierto por un artesonado mudéjar y una Sala destinada a la guarda y custodia de restos arqueológicos del periodo Neolítico encontrados en la Cueva de Pecho Redondo y también visigóticos de la Basílica de Vega del Mar, así como romanos de la Villa del Río Verde. Del siglo XVI destacan el Hospital Bazán, la Fuente pétrea mandada construir por el primer Alcalde cristiano de la Villa D. Pedro de Villandrado y el Convento de San Francisco, del que fueron expulsados los monjes por las tropas de Napoleón y que ha pasado posteriormente por diversos usos, tales como tostadero mineral, Seminario de verano del Obispado de Badajoz, Granja agrícola y Albergue Juvenil conocido actualmente con el nombre de “Virgen de África”.

    También hemos de destacar los restos del antiguo Castillo musulmán de la ciudad, que quedan prácticamente registrados en las calles de la zona más antigua de su casco urbano, el cual fue la residencia de Alhamar II. Hacia el sur destaca también el fuerte o Castillo de San Luis, que modernamente fue transformado en un hotel, aunque ya hemos resaltado que jugó un importante papel en la defensa de la ciudad cuando la invasión napoleónica. En cuanto al patrimonio religioso queda el Hospital de San Juan de Dios con artesonado mudéjar del siglo XVII y la Iglesia de La Encarnación o Parroquia principal, edificio ya citado y construido en 1712.

    Sobre el casco urbano de Marbella podemos constatar su evolución a través de la planimetría o cartografía, donde la propia ciudad y su planta aparecen representadas a lo largo del tiempo. Para ello nos vamos a servir solo de algunos de estos documentos, que nos permitirán analizar las características y los cambios o las permanencias de este núcleo urbano.

    La primera representación que poseemos refleja la Vista de Marbella ejecutada, en el siglo XVIII, concretamente entre 1752–1754 para el Catastro del Marqués de la Ensenada. En ella se señalan los puntos cardinales y se dibujan arroyos, o ríos, montañas y palmeras y además el mar con barcos. También aparecen representados los principales edificios de la ciudad. Se trata de una bellísima Vista de la Villa, sin escala y realizada sobre papel en tinta sepia, verde y aguada sepia y verde además de grafito.

    Al sur destaca el mar Mediterráneo y sobre él, diferentes tipos de embarcaciones de distintos calados, todas ellas navegando si bien unas lo hacen a velas y otras con remos. En el ángulo inferior derecho distinguimos el río Verde que, desde su nacimiento en las faldas de la Sierra Blanca viene corriendo al este, atravesando un puentecillo de piedra para desembocar en el Mediterráneo, dejando a su izquierda el Barrio de Pescadores con su caserío y su pequeña iglesia, de la que destaca su campanario rematado por la veleta. En la zona marítima y frente a la Puerta de la Mar se distingue un edificio de probables almacenes o infraestructuras relacionadas con el movimiento portuario.

    Inmediatamente en paralelo al mar y continuando por el este, el oeste y luego prosiguiendo por la zona norte del centro de la ciudad, se distingue su cerca murada, compuesta de puertas y torreones rectangulares y almenados ejecutados en piedra. De entre ellas destaca la llamada del Mar, donde campea la campana de la Vela y que está resuelta con un vano de paso flanqueado por dos cuerpos laterales rectangulares; y la de Ronda situada hacia el norte. Dentro de la cerca destaca el caserío y varios de sus edificios religiosos. Hacia la derecha y pegados a la propia cerca amurallada, se alzan el Castillo de San Luis y cercano a él, el Cementerio.

    La zona más alta de la ciudad estaba ocupada por su Iglesia Parroquial, sus conventos y también el Ayuntamiento y la Cárcel. Entre ellos se alzan altas palmeras y varios cipreses. Es en este sector, hacia el oeste donde corre otro curso de agua, que descendiendo de la Sierra, viene a desembocar al mar, en el otro extremo del litoral. En la propia Sierra, al norte aparece una pequeña ermita.

    A través de esta vista podemos comprender la importancia de esta urbe en el siglo XVIII y la belleza de su asentamiento, justo a la orilla del Mediterráneo, rodeada por la Sierra Blanca y surcada además por distintas corrientes de aguas que la rendían fértil y rica; por tanto perfectamente definida como la “Bella del Mar”.

    Poseemos asimismo otro plano de 1735 que representa a la Ciudad y Castillo de Marbella, en donde se demuestran los proyectos para reconstruir el Castillo y la batería con el objeto de defender la Playa. En él se destaca el territorio donde se enclava el conjunto y su situación perfecta entre el Mar Mediterráneo y las Sierras, pero también la riqueza de sus campos cultivados, tanto de secano como de huertas, regados por diferentes cursos de agua. Es muy interesante la representación de la cerca amurallada completa de la ciudad, donde destacan la composición de sus múltiples torreones y baluartes y el conjunto de sus puertas entre las que se distingue la de Ronda (D); la de la Mar (E); la de Málaga(C), también dentro de la cerca destaca la situación del Castillo de San Luis y el conjunto de la ciudad sin representar, extramuros, parte del Barrio de San Francisco. En la franja del Litoral se destacan también diferentes edificios.

    Respecto al casco urbano destacamos un plano, firmado por el Ingeniero de Caminos D. Leopoldo Werner Martínez del Campo, en Málaga el 28 de junio de 1924, que contempla la red general de distribución de energía eléctrica en Marbella, y que nos permite la visión de una ciudad libre de sus murallas y constatar la disposición de un viario muy detallado y la composición de diversas plazas punteando su centro urbano: la de la Constitución que es la principal de forma rectangular y buenas proporciones; la de la Iglesia, que es un espacio irregular surgido de la conformación de las manzanas circundantes; la del Mesón, de forma irregular pero de amplia proporción, que recuerda la presencia del antiguo Mesón de la Villa en el siglo XIX; la plaza de Afán de Ribera; la de San Bernabé de proporciones cuadradas; y la del Cristo, que surge del retranqueo de la Calle López Domínguez. También destaca el gran Paseo de la ciudad, la Alameda de forma rectangular y grandes proporciones, uno de los elementos de mayor embellecimiento de esta población, con su Kiosko y presidida por una Fuente redonda en uno de sus extremos; junto a ella la estación del Ferrocarril de la Mina y el trazado de la carretera general Málaga-Cádiz, así como de la comarcal Marbella-Coín, que enlaza con el Camino viejo de Ojén. Asimismo destaca entre sus edificios comerciales la Aduana y, en la línea de Playa, el faro.

    Refleja por tanto, este plano el desarrollo de la ciudad, que en las primeras décadas del siglo XX ha crecido en gran medida debido al desarrollo económico producido por la importancia de su agricultura y pesca, pero sobre todo, de su industria minera y de su comercio.

    Fuente: Marín Fidalgo, Ana. Análisis histórico. En GARCÍA VÁZQUEZ, Carlos; LOREN MÉNDEZ, Mar (dirs.). Costa del Sol: arquitectura, ciudad y territorio. Sevilla: Consejería de Vivienda y Organización del Territorio, 2006-2008, p. 48-63.

Catalogación

Protección

  • Recinto amurallado: BIC monumento (inscrito BOE 29/06/1985)
  • Delimitación (PGOU Marbella, 2010)

Información documental

  • Anuario Arqueológico de Andalucía
  • Archivo Central de la Consejería de Cultura. Servicio Geográfico del Ejército,Inventario de yacimientos arqueológicos de la Provincia de Cádiz. Torre nueva de Guadiaro, 1987
  • Base de datos del Patrimonio Inmueble de Andalucía (BDI)

Información bibliográfica

Datos geográficos

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ETRS 89 UTM Zona 30N 36.509595, -4.882522
SRC WGS 84 36°30'34.5"N 4°52'57.1"W